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Las escaleras no se inventaron para matar, pero hay gente que ha muerto al rodar por ellas. Algunos, sobre todo en el cine, han sido asesinados de un empujón. Yo estuve a punto de desnucarme bajando la de la casa de mis padres, cuando tenía ocho o diez años. Era de noche y no encendí, por pereza, la luz. De súbito, faltó el escalón en el que el pie debería haberse apoyado y me precipité hacia el fondo. Caí deprisa desde la perspectiva de alguien que me hubiera observado desde afuera, pero muy despacio desde la mía. Me vi dar una vuelta en el aire, sentí el golpe en la coronilla y, sin saber todavía nada de la muerte, pensé en ella.

Aquí se acaba algo, me dije, y desaparecí del mapa.

Desperté no sé cuánto tiempo después sobre la cama de mis padres y le dije a mi madre que alguien había quitado un escalón. Ella dijo que estaban todos en su sitio y tuve que levantarme para comprobarlo por mí mismo. Sin embargo, aún hoy, cuando me viene el suceso a la memoria, recuerdo a cámara lenta que el escalón no estaba y que tal fue el motivo del accidente: el de no hacer pie. Alguien o algo, he pensado siempre, lo retiró cuando me vio bajar y volvió a colocarlo una vez alcanzado su propósito. Ese ser robaescalones, ese individuo invisible, me ha quitado otros escalones a lo largo de la existencia. Muchos, yo diría que me ha quitado muchos: escalones metafóricos, quiero decir, que no siempre desaparecían cuando bajaba, sino cuando intentaba ascender. Tramos enteros de escaleras se han volatilizado ante mis ojos al tratar de llegar a los pisos más altos del tinglado, en los que se celebraba la fiesta de la vida

El tinglado siempre está en deuda con nosotros. Casi todo el mundo piensa que la existencia le debe algo. Se trata de un pensamiento malo, que produce un rencor improductivo, semejante al que he asistido esta mañana, cuando una anciana ha descubierto que las escaleras mecánicas del metro seguían averiadas.

- ¡Siempre igual! -ha dicho con un odio inmenso.

No era cierto, por lo general funcionan, pero al que le han quitado un escalón en la infancia, ya solo es capaz de ver ese agujero. Seguramente era también el caso de la anciana.  

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