El pasado miércoles me levanté con el lado izquierdo de la cara totalmente inflamada, por lo que decidí pedir cita con mi médica y ver qué es lo que me ocurría. La sorpresa fue que al meterme en la aplicación de GVA la primera cita disponible era para la semana siguiente y mi cara no podía esperar tanto. En la app también aparece la relación de teléfonos de tu centro de salud, así que me animé a llamar a urgencias con la mala suerte de que nadie me cogía el teléfono. Probé también con el de la centralita del propio centro y obtuve el mismo resultado.

Con este caldo de cultivo mi preocupación comenzó a hacerse más grande, al igual que la inflamación que tenía en la cara. Me pasé todo el día del miércoles llamando a números en los que nadie me atendía, números que están de forma oficial en la aplicación, por lo que decidí acercarme al centro de salud para ver qué era lo que estaba pasando.

Llegué al centro de salud y, tras una larga cola, me recibió la que se encontraba en ventanilla: «Buenas tardes, llevo todo el día con la cara inflamada, llamando al número de urgencias y no he tenido más remedio que venir aquí para que me atiendan». A lo que la trabajadora me responde «Estamos teniendo problemas con la línea, no puedo darle cita de urgencia porque no es grave lo que le pasa». Así, la trabajadora me dio cita para el lunes de la siguiente semana, algo que inconscientemente acaté. La mañana del jueves mi cara ya era preocupante, la inflamación se había subido al ojo y a penas podía abrirlo, el dolor era insoportable, por lo que nuevamente decidí llamar a urgencias con la suerte de que sí me cogieron el teléfono. Pero el número que figura como urgencias en la app no era urgencias, era asistencia a domicilio, por lo que la que me atendió, con retintín, me dijo que me hacía el favor de tramitarme ella la urgencia (casi me da algo). Finalmente me dieron cita de urgencia, telefónica para ese mismo día y la trabajadora me indicó que debía estar con el teléfono disponible todo el jueves a la espera de la médica. Nadie me llamó. Mi cara era preocupante y mi cabreo rozaba el límite porque sentía que me estaban mareando demasiado.

El viernes me levanté con el ojo totalmente inflamado, con la mejilla ardiendo y con un dolor de cabeza horrible. Llamé a urgencias a las 8 de la mañana, expresando mi enfado porque el médico no se presentó a mi cita, o tal vez pasó de mi caso y se fue a otro, no lo sé porque no me dieron explicación. «No sabemos qué pudo pasar», fue lo que me dijeron. Finalmente, tuve que ponerme bastante brava para que me pasaran de inmediato con un médico y accedieron: en menos de 15 minutos me llamó mi médica y al contarle lo que me ocurría me dijo que acudiera rápidamente a su consulta por si pudiera ser algo grave. Subí a la segunda planta de un centro de salud totalmente vacío, mi médica tampoco estaba atendiendo pacientes cuando llegué, y su compañero de al lado estaba en las mismas. La consulta duró 5 minutos de reloj, me mandó un antibiótico que hizo que en la primera toma todo bajara como una colchoneta hinchable. Lo que podrían haberme ahorrado si me hubieran atendido antes, pensé.