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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

El adiós sombrío

Diego Armando Maradona. EFE

La vida es un misterio, pero anda que la muerte. Se ha oído a muchos creadores zanjar el tránsito asegurando que les da igual lo que ocurra con ellos una vez se esfumen. Sin embargo, he conocido puntales de una comunidad con un taco de ascendencia dado que obras son amores que, tras dejar dicho lo que debía hacerse con su memoria, una inesperada capa de silencio se cinceló sobre el recuerdo nada más ser acompañado en la despedida.

Como era de esperar, al dios de la pelota se le ha recordado en todo el hemisferio fútbol club, aunque quien ha enviudado en realidad ha sido Argentina que le ha dispensado una despedida grotesca con sus buenas broncas a las puertas de la Casa Rosada, con el posado viral de un par de curritos del entorno funerario ante el féretro descubierto y la sesión musical con el ingente entorno tarareándole al cadáver sus piezas favoritas a lo que, con posterioridad, hay que añadir que el médico personal de la estrella enferma se encuentra a estas horas en el punto de mira judicial por su actuación, que las cadenas dedican las tradicionales sesiones eternas a las incontables historias entre las que el rosario de hijos reconocidos y no se lleva la palma, en tanto que una vidente traslada desde la máxima audiencia que el finado «no descansa en paz» y que «no puede elevar hasta que los allegados cejen de pelear por la herencia».

El enorme caudal de lirismo recreado en un primer momento acerca de todo el virtuosismo del pibe en la cancha se ve quebrado por innumerables muestras de una cutrez de campeonato, cuando no sordidez suprema o rastros de apartados manifiestamente execrables. No puedo dejar de confesar que renuncié a una buena temporada de siesta dominical con tal de verlo en acción a pesar de lo poco que me importó siempre el equipo napolitano. Será por eso que llevo a mi pesar días soñando durante el reposo con la magia desplegada bajo la advocación de San Genaro, ahora que el astro se ha escabullido de los males dejándonos tan presente su infierno.

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