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Marc Llorente

Ver, oír y gritar

Marc Llorente

Dos tipos de personas

El expresidente del Gobierno, Felipe González, durante su intervención en la segunda jornada del Foro La Toja.

Naturalmente que tiene derecho a seguir dando su opinión. A no callarse. Todos le oyen, sí. Pero solo le escuchan los que coinciden con su actitud de socialista aparente. Porque Felipe González, desde hace años, solo exhibe esa etiqueta y camina por otros derroteros completamente distintos, como otros dirigentes históricos (desleales) y algunos barones, Vara, Page y Lambán, que encajan muy bien en la horma de los zapatos de la derecha. Por eso les aplaude Casado. Siempre pretenden torpedear la línea de flotación de Pedro Sánchez y todo lo que se aparte de la rutina.

González tiene un sentimiento de orfandad representativa con la actual dirección del partido. Esto no sorprende por lo que antes decíamos. Él o quien quiera puede criticar que el Gobierno de coalición, en vez de echarse en los brazos del PP y de Ciudadanos, pacte con ERC los presupuestos y que Bildu los apoye. Dos fuerzas con las que se podrá coincidir o no. Aun teniendo ambas su carácter independentista, es perfectamente democrático que se integren en la gobernabilidad, en las mejoras políticas, económicas y sociales generalizadas que no contemplan, ni pueden hacerlo, el «desguace del país». Desde ese punto de vista, sin mercadeos, bien está un proyecto de futuro en el que caben todos si participan con responsabilidad y sentido crítico.

Es posible que al expresidente González le vaya mejor la paradójica tesis ultraliberal de bajar los impuestos para conseguir mejores servicios públicos, que asume Casado sin despeinarse. Bajarlos a las rentas altas y las grandes fortunas exactamente. Y seguir fomentando la enorme desigualdad social reduciendo los ingresos en las arcas públicas y apoyándose en la creación de empleo precario para «recaudar más» y que haya «mejores servicios».

O sea, que quitemos de en medio una reforma fiscal progresista en favor de la fiscal materia del PP, plan de las comunidades donde gobierna el grupo popular, que pretende, con su peculiar espíritu solidario, ponerse al margen del equilibrio constitucional a la hora de “armonizar al alza los impuestos”. Menos mal que Díaz Ayuso está dispuesta a ser «la peor pesadilla de los (corruptos) que quieren robar a los madrileños». La falsa justiciera del partido de la Gürtel y otras joyas, en realidad, ejerce de Robin Hood en sentido contrario. Es más fácil robar a los pobres y dárselo a los ricos para que lo sean más y puedan ofrecer mendrugos a la población.

Por supuesto, «el paraíso fiscal» de Madrid no tiene nada que ver con los trabajadores, sino con los contribuyentes que no contribuyen en la medida de lo justo y necesario y no fomentan la igualdad de oportunidades bajo el patrocinio de la derecha política. Véanse los beneficios fiscales en los impuestos sobre sucesiones, donaciones o patrimonio. El populismo barato de Ayuso, en su ciega batalla contra el Gobierno y con su penoso instinto de notoriedad, va de guay y lo lía todo. Según dice, hay dos tipos de personas: «Los que tiran del carro y los que viven de otros». Certero análisis si no fuese porque la presidenta madrileña entiende torpemente que los que viven de otros no son los golfos de varias estrellas.          

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