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Juan Carlos Padilla Estrada

Las crónicas de Don Florentino

Juan Carlos Padilla Estrada

El tal Sean Connery

Una imagen de Sean Connery.

 ─Acaba de llegar aquí arriba Sean Connery.

─¿El actor?

─Sí.

─¿El mejor 007 de la historia?

─En opinión de muchos, y también la mía, sí.

─¿El que hizo “El hombre que pudo reinar”, “El nombre de la rosa”, de padre de Indiana Jones?

─Así es.

─¿Ese actor sensible que interpretó a Robin Hood junto a Audrey Hepburn?

─El mismo.

─¿Marko Ramius, el comandante del submarino Octubre Rojo?

─Ciertamente, en una gran interpretación. Veo que coincidimos en que se trata de un gran actor.

─Deleznable.

─¿Perdón?

─¿Qué creería de mí si yo dijera: "Las mujeres te pueden sacar de quicio. Buscan el conflicto. Piden un buen tortazo, que es justificable cuando se agotan las palabras. Si una mujer es una histérica, hay que darle una bofetada”.

─Pues que es usted un gilipollas.

─Algo más. Un machista insoportable y condenable.

─Admitamos machista insoportable.

─Pues eso es exactamente lo que dijo el tal Connery en 1993.

─Bueno. Veamos. Sus declaraciones son rechazables, sin duda. Pero eso no le inhabilita como actor. Sería bueno que comprendiéramos todos que en un individuo pueden coexistir la faceta personal con la profesional, o la familiar, incluso la social. Y que cada una puede tener aristas diferentes. Y porque una de ellas sea más afilada de lo deseable, eso no descarta a todo el resto.

─No estoy de acuerdo. Cultura de cancelación.

─¿Perdón?

─Que esto es todo o nada. Si un tipo es un maltratador o un asesino, ya puede dibujar la capilla Sixtina al revés: no es aceptable.

─¿Me está usted diciendo que por esas declaraciones ─por las que además pidió perdón después─ se debe echar al contenedor del olvido al Sean Connery actor?

─Se trata de liberarnos por fin de una serie de sujetos que pueden tener algunas luces, pero cuyas sombras son tan oscuras que ennegrecen el conjunto, siendo el resultado algo desechable.

─Bueno... esto es la dictadura de lo políticamente correcto, el famoso mee too que está maniatando a tantas personas valiosas, la modernidad, en definitiva, solo que enfocada con una miopía tan estricta como sus propias normas morales. Entonces, me pregunto… ¿Arrojamos al basurero de la Historia todas las obras de Picasso, que no era un marido ejemplar, precisamente? ¿Dejamos de disfrutar de las películas de Woody Allen, del que se dice que era un tanto pervertido? ¿Olvidamos la voz de Plácido Domingo, porque, al parecer, era algo más galante de lo conveniente?

─Pues esas personas que usted cita, don Florentino, no merecen la admiración pública porque se trata de gente que ─presuntamente en algunos casos y ciertamente en otros─ han martirizado a sus semejantes, han hecho de sus vidas un infierno y, por tanto, merecen el reproche social.

─Reproche a sus actos, no a sus obras.

─Reproche en términos absolutos.

─Mire, amigo mío: esta discusión no tiene visos de llegar a acuerdos razonables. Pero yo solo quiero decirle que la historia de la Humanidad está llena de genios perfectibles, cuyas obras ─y no sus intimidades─ nos han llevado a mejorar como especie. Y no seré yo quien defienda esos logros, porque se defienden solos. Pero sí que seré yo quien le diga que mezclar genialidades públicas con mezquindades privadas solo perjudica al que lo hace, porque eso en nada va a agraviar al artista, pero a usted le va a impedir disfrutar de una amplísima nomina de genios que, créame, merecen la pena… sí, en su vertiente artística o pública. Porque, como ya dijo Billy Wilder… “Nadie es perfecto”. Y ahora, si me permite, me voy a ver “El hombre que pudo reinar”. Solo. 

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