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Fernando Ull

El ojo crítico

Fernando Ull Barbat

Caída libre

El Rey Juan Carlos.

 Cuando a finales de los años 80 y principio de los 90 preguntabas en Madrid, ciudad en la que yo vivía por aquel entonces, a cualquier persona joven que perteneciera a familias de un nivel económico medio-alto (ambiente en el que yo me movía) su opinión sobre la tauromaquia, la respuesta era siempre negativa acerca de su posibilidad de futuro y sobre los toreros. El mundo del toro era visto como algo cutre y antiguo y las corridas una salvajada cuyo único interés consistía en el suspense de si se producía alguna cogida.

Coincidió este tiempo con la época en la que la derecha española, sobre todo la madrileña, comenzó a desprenderse del complejo de señorito falangista. Ayudó mucho a ello que descubriese el término liberal como una especie de cajón de sastre en el que se pudieron meter las ideas clasistas de toda la vida de la derecha española que había apoyado (y se había beneficiado) al franquismo pasado por el tamiz de la modernidad con un pose democrático. Nada que ver, en cualquier caso, con el liberalismo de personas como Gregorio Marañón o Eduardo Punset. Se pusieron de moda los abrigos loden, las chaquetas tres cuartos acolchadas que dan aspecto de ir a cazar patos – según dice Mauricio Wiesenthal – e ir engominado a las 5 de la tarde. Los toros dejaron de representar a la España cañí convirtiéndose en una de las esencias de la patria española. De ahí a identificar determinadas costumbres con ser un patriota sólo había un paso.

Algo parecido ha ocurrido con la Monarquía española. Durante la Transición el tardofranquismo apoyó a Juan Carlos I porque así se lo había pedido el dictador Franco en su testamento (panfleto) político. Las cosas empezaron a torcerse cuando propició la legalización del Partido Comunista con la ayuda de Adolfo Suárez y terminaron de romperse cuando no se decantó por los golpistas en la intentona del 23 de febrero de 1981. Desde entonces el rey emérito se llevó muy bien con los presidentes de Gobierno socialistas y bastante mal con los del Partido Popular siendo en su día muy notable las malas caras que el rey ponía a José María Aznar. Sin embargo, desde hace unos años la derecha española se auto impuesto la medalla de ser los defensores máximos de la Corona española como si el resto de fuerzas políticas que aceptaron que España fuese una monarquía parlamentaria no hubiesen colaborado a apuntalar el Estado de Derecho que es hoy España. Es más, ya en los años 60 el entonces secretario general del PSOE, Rodolfo Llopis, hizo saber a Juan de Borbón que si la Monarquía conseguía articular la democracia en España los socialistas apoyarían la Corona. Incluso el PCE lo aceptó. Gracias a la dirección de la Corona la derecha española asumió el regreso de la democracia a España sin tener que estallar otra guerra civil. Digámoslo claro. El tardofranquismo español aceptó la democracia después de cuarenta años porque estaba el rey Juan Carlos dirigiendo la Transición.

Y con este pasado tenemos los españoles que solucionar el presente y el futuro. Las nuevas generaciones de hoy leen muy poco y menos aún les interesa la historia reciente. Mucho tiene que ver con ello los planes de estudio de bachillerato y universitario donde se apela de manera constante a Felipe II, Isabel la Católica, la informática y el inglés, pero casi nada a la guerra civil, la Transición y el golpe de Estado de 1981. A la derecha le incomoda que se hable de ciertos temas. La consecuencia es que los jóvenes de hoy, me refiero a los menores de 35 años, no tienen ni idea del papel principal que tuvieron en la Transición Juan Carlos de Borbón, Adolfo Suárez o la responsabilidad fundamental y patriótica de la izquierda española representada por el PSOE y el PCE.

El dinero que ha declarado el rey emérito y por el que ha tenido que pagar una cantidad cercana a los 600.000 euros entre atrasos y multa resulta ridícula a tenor de lo que ya se sabe que tiene guardado en cuentas suizas y se sospecha que puede tener. Un ejemplo claro son los 65 millones de euros que Corinna Larsen se niega a devolver con el pretexto de que fue un regalo. Por tanto, hay que dejar claro que el principal enemigo de la Corona española es la propia Corona. Pretender, como quiere el PP, que no se hable del dinero que recaudó Juan Carlos de Borbón en comisiones ilegales y regalos y que ocultó a la Hacienda Pública española es simplemente ridículo. Tanto el PSOE como Unidas Podemos están teniendo un comportamiento ejemplar a la hora de pedir explicaciones sobre las informaciones que se van conociendo gracias a las investigaciones judiciales. Lo último ha sido el escándalo de las tarjetas black monárquicas que utilizaban varios miembros de la familia real como las dos hijas del rey emérito e incluso los hijos de Elena de Borbón, Victoria Federica y Juan Froilán, que se gastaron el dinero opaco de estas tarjetas en compras en un centro comercial, clases de piano y en montar a caballo. Qué guay.

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