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Acerca del urbanismo actual

Vista general de la ciudad de Alicante

 Este año ha concluido mi colaboración con la Universidad Politécnica de Valencia en la asignatura de Urbanismo, y ante mi jubilación me queda una amarga sensación de fracaso. Por otro lado, la elaboración de un Plan General para la ciudad de Elche me lleva a pensar en la pertinencia de una discusión sobre eso que llamamos “El Urbanismo”.

El Urbanismo y la Planificación Territorial fueron disciplinas sobre las que, en este país y durante los años de la transición, se depositaron grandes esperanzas. Ya en la etapa democrática y contando con la legislación anterior se intentó construir otro modelo urbano que se había discutido abundantemente en las escuelas de arquitectura y caminos. Las nuevas motivaciones cuajaron en un respeto a la historia urbana y al patrimonio edificado y en un intento de que nuestras ciudades resultaran más habitables. Estos fueron los ejes sobre los que discurrió el urbanismo de la etapa democrática. En este periodo, el planeamiento urbano se impuso como tarea un mayor equilibrio entre el centro y las periferias, equipando a todos los barrios con las necesarias dotaciones establecidas como estándares mínimos para alcanzar una nueva normalidad. A su vez los centros históricos comenzaron a contemplarse desde una óptica más conservacionista. No hacía falta destruirlo todo para crear la nueva ciudad moderna.

Hace ya cuarenta años que terminó el franquismo (que a su vez duro cuarenta años) y resulta un bueno tiempo para meditar sobre lo acontecido. La aparición de nuevas tendencias en el pensamiento ha servido para replantearnos nuestra visión sobre el planeamiento urbano. Comencemos hoy por reflexionar sobre la esencia misma del planeamiento. ¿Resulta pertinente ordenar una ciudad a veinte años vista? Hay que decir que sobre este tema se ha discutido mucho en los últimos años, llegándose a negar la posible previsión con un mínimo de coherencia de los aspectos urbanos necesarios para ordenar una ciudad. Hay quien hoy se plantea que las previsiones de cómo será la forma de la ciudad en 2040 no resultan ser tanto urbanismo como ciencia ficción.

Recuerdo un libro de un sociólogo americano -Marshall Berman- con un título sugerente: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. En dicho libro, Berman contemplaba que todo aquello que la modernidad consideraba como unidad y en la que el progreso resultaba un hilo conductor se ha convertido en la actualidad en lo que denomina “la unidad de la desunión”. Y es que nuestras sociedades se han vuelto cada vez más complejas y difíciles de reducir a esquemas estructurantes. “Modernidad Liquida” titulaba el profesor Zygmunt Bauman su ensayo sobre estas nuevas sociedades que hacen del cambio y la transitoriedad su etiqueta característica. Pues bien, en estas sociedades en continuo cambio es evidente que no se pueden hacer previsiones a largo plazo como necesita el urbanismo para su desarrollo.

Sin embargo, en nuestro mundo de arquitectos la cuestión de cómo será la ciudad del futuro se convertía habitualmente en una discusión de cómo resolver los problemas de la ciudad actual. Un primer cambio en la cuestión de la necesidad de un nuevo planeamiento se suscitó en aquella mágica Barcelona 92. Sin cambiar de Plan General se organizaron las Olimpiadas mediante una serie de proyectos yuxtapuestos que transformaron la ciudad. De la experiencia surgió lo que vino después en llamarse “El Proyecto Urbano” donde se transformaban espacios considerables de la ciudad mediante un proyecto a medio camino entre la arquitectura y el urbanismo y que se tramitaba a su vez como modificación del Plan General.

Con posterioridad aparecieron nuevas propuestas sobre el planeamiento de ciudades. La primera que quiero reseñar se denominó “Planificación Estratégica” descrita admirablemente por José Miguel Fernández Güell en su libro sobre la planificación de ciudades. En él, se apartaba de los viejos cauces impuestos, tratando de aplicar al urbanismo las técnicas y métodos que en el mundo empresarial se empleaban en las empresas. Se utilizaba la “prospectiva” como sistema de previsión en la que se establecían distintos escenarios para el futuro y el posible diseño de dichos escenarios. A su vez utilizando mecanismos de retroalimentación los elementos de cambio que distorsionaban los viejos planes se convertían en aclaradores de la nueva realidad. Hay que señalar que en nuestra zona durante una época todo el mundo quería hacer un plan estratégico, desde la universidad hasta diversas asociaciones de empresarios.

Por último y en línea con la nomenclatura militar que últimamente se impone, quiero hacer mención del “Urbanismo Táctico” que varias ciudades españolas como Barcelona o Logroño han comenzado por establecer. Se trata de pequeñas actuaciones en la ciudad (a veces simplemente pintar calles o poner macetas) que nos permiten a muy bajo coste transformar entornos urbanos convirtiéndolos en paisajes más acogedores. Estas pequeñas actuaciones con implicación ciudadana permiten transformaciones urbanas que el planeamiento con sus grandes costes no posibilitaría. Se trata de un urbanismo low cost que funciona aparentemente bien.

En fin, como conclusión creo que hay que ser cautelosos con el problema de la forma urbana a plazos largos. Y ello debido a la imposibilidad que nos marca un tiempo convulso, que nos impide establecer realidades inmutables. Los tiempos actuales nos han mostrado nuestra posición inestable, hoy con más fuerza que nunca. Por eso, proyectar hacia el futuro las coyunturas económicas presentes puede conducirnos a errores de difícil corrección.

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