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Antonio Balibrea

Fenómenos celestiales

Boris Johnson.

Las señales del cielo deben ser para intentar convencer definitivamente a Donald Trump de que perdió las elecciones. Hay toda una conjunción de fenómenos astronómicos. Hoy y mañana una lluvia de meteoritos. Casi un diluvio de cometas precederá a la Convención de Delegados de los Estados Unidos que, el próximo día 15, votarán y confirmarán a Joe Biden como presidente de los Estados Unidos de América. Por si le quedan dudas, el lunes un eclipse de sol, que será visible principalmente en América, informará a Trump de la decisión de los dioses ciudadanos: que se vaya. Incluso a partir del día 21 una estrella-- Júpiter, en línea con Saturno- guiará a “familiares y allegados” camino del belén familiar. Paz en la tierra.

Los efectos de la derrota del iluminado presidente ya se están dejando notar. La Unión Europea aguantó el tipo en momentos difíciles, y los resultados se empiezan a ver. Con la crisis terrible de la pandemia, la decisión de poner en marcha el Plan de Recuperación, conocido como “Next Generation EU” que alcanza los 1,8 billones de euros, y olvidarse de la ortodoxia económica vigente hasta entonces, ha sido un signo de esperanza para los europeos sobre el papel de la Unión. Además, el Parlamento Europeo había logrado mejorar el acuerdo del Consejo Europeo, de finales de julio, asegurando 15.000 millones de euros adicionales para programas estratégicos en el presupuesto ordinario plurianual (Erasmus+, Horizonte 2020, Europa Creativa, EU4Health, etc.), y una fuerte condicionalidad de respeto al estado de derecho para el desembolso de los fondos.

El primer ministro húngaro Orbán, y sus aliados en Polonia, habrán aceptado ya el reglamento y el citado plan europeo que habían vetado. Tanto Hungría como Polonia han sido advertidos repetidamente en base el artículo 7 del Tratado sobre diversas leyes antidemocráticas. La Comisión Europea estaba dispuesto a sortear el veto de estos países. El auténtico argumento ha sido la advertencia de que se podía llevar el plan a través del artículo 122.2 del Tratado fundacional de la Unión Europea y dejar a los dos países fuera del plan de Recuperación. Hay argumentos que son definitivos, incluso para un iliberal como Orbán. En Polonia todos los primeros ministros anteriores, desde Lech Walesa hasta el último, habían advertido de la actuación anti europea del gobierno del primer ministro Mateusz Morawiecki. La Comisión sólo se ha comprometido a que no se aplicarán las exigencias del Parlamento hasta que se pronuncie el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Y, alguna declaración anexa que poco o nada añade. Han tenido que levantar el veto.

El primer ministro británico Boris Johnson tiene hasta mañana de plazo para cerrar el acuerdo del brexit. Ha dicho, y volverá a repetir cuando regrese a las Islas, que en la negociación y en sus conversaciones con Ursula von der Leyen, la presidenta de la Unión, “no ha habido renuncia alguna a la soberanía”. Solo que, antes siquiera de sentarse a dialogar en Bruselas, ha tenido que modificar la ley que ignoraba los acuerdos del brexit, y pretendía imponer de nuevo una frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte. Es evidente que esa frontera no goza del apoyo de Biden; ni Johnson tiene el acuerdo comercial preferente al que se había comprometido su protector Trump. El acceso al mercado europeo es más necesario que nunca para los británicos, y los tres temas pendientes deberán cerrarse antes de mañana domingo.

En primer lugar. y este es uno de los principales obstáculos, el Reino Unido deberá aceptar mantener las normas sociales y medioambientales europeas, así como evitar subvenciones y privilegios para sus empresas que las coloquen en una posición de ventaja frente a las empresas continentales.

En segundo lugar, el acuerdo debe establecer un sistema de resolución de conflictos, sanciones y tarifas que la UE impondrá en caso de incumplimiento de las normas de competencia. Se grabarán los productos británicos que no respeten la legalidad europea.

Por último, el tercer problema es el de la pesca en los caladeros británicos, probablemente se dirimirá con el establecimiento de cuotas progresivas y una reducción en las capturas durante un periodo que podría estar entre 3 y 10 años.

Boris Johnson proclamará la “recuperación de la soberanía británica”. Incluso tratará de convencer a sus diputados conservadores, que le están esperando para intentar echarlo de Downing Street, como él hizo con la anterior primera ministra. El cielo le guarde de sus correligionarios. Le hará falta.

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