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Carlos Gómez Gil

Uno de 26 millones

Resulta llamativa la cifra, ya que al representar a más de la mitad de la población dan por hecho que están en minoría, como les sucede en el Parlamento.

El rey Felipe VI

Escribir desde el convencimiento de que eres uno de los 26 millones de hijos de puta a los que, según altos militares retirados, hay que fusilar, no es muy estimulante. Pero también es cierto que solo soy uno más de todos esos millones de ciudadanos de este país a los que estos mandos del Ejército jubilados sueñan con quitarse de en medio en sus conversaciones golpistas.

Resulta llamativa la cifra, ya que al representar a más de la mitad de la población dan por hecho que están en minoría, como les sucede en el Parlamento. Lo que no está tan claro es que este país tenga suficientes cunetas para enterrar a tanto fusilado, como ya pasó tras la Guerra Civil. Claro que estoy seguro de que entre los muchos amigos de estos militares ultraderechistas siempre habrá algún avispado promotor inmobiliario -emprendedores los llaman- que pueda comenzar a vender promociones de sepulturas con vistas al mar.

Es desalentador saber que tanto dinero pagado para formar a estos altos cargos del Ejército ya retirados, con lo mejorcito de nuestras academias militares y de las escuelas de Altos Estudios de la Defensa y de Estado Mayor, no les ha servido, siquiera, para saber lo que es un Estado democrático y de derecho con un sistema parlamentario representativo, algo básico en los estudios de educación secundaria. Porque empeñarse en defender la necesidad de cambiar un gobierno que tiene la mayoría parlamentaria, por la fuerza de las armas, demuestra la nula cultura democrática y política que tienen generales y coroneles que juraron defender a su país y a sus habitantes.

Aunque claro, sus inspiradores ideológicos llevan tiempo repitiendo eso mismo, la ilegitimidad de quienes ocupan un gobierno al que consideran socialcomunista, proetarra, independentista y venezolano. Ya se sabe que cuando a los niños se les insiste mucho con algo, acaban por repetirlo una y otra vez, como han hecho estos militares con sus instigadores ideológicos procedentes de ese magma político franquista y ultraderechista del que se alimentan.

Y para dejar constancia de sus delirantes propósitos, estos altos militares del ejército jubilados, condecorados con todo tipo de medallas y cruces laureadas, envían una carta al Rey, Felipe VI, capitán general de los tres ejércitos, quien hasta la fecha mantiene un llamativo silencio. En lugar de cortar en seco cualquier ensoñación golpista y dejar claro a todos los componentes de las Fuerzas Armadas, en activo o jubilados, que están a las órdenes del gobierno democráticamente constituido y al que deben obediencia y respeto, el Rey da la callada por respuesta, alimentando hasta tres manifiestos distintos de militares. Imaginen cómo hubiera ganado en prestigio y credibilidad perdida un Rey que hubiera ofrecido una contestación pública, clara, inmediata y contundente a estos militares jubilados con anhelos sediciosos, en lugar de permanecer en un silencio que se presta a tantas interpretaciones.

Pero claro, este grupo de altos militares jubilados encabezados por un general de división, que disfrutan de los honores, condecoraciones y privilegios que les ha concedido un sistema democrático al que ahora rechazan, han decidido dejar patente su manifiesta ignorancia y desprecio hacia los fundamentos mismos del respeto constitucional, enviando otra carta con sus deseos golpistas, nada más y nada menos que al presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli. Es decir, un grupo de militares se dirige al presidente de una institución democrática europea para cuestionar la legitimidad democrática del gobierno de un país de la UE. Si no habláramos de cosas tan serias parecería una escena de Torrente, pero es algo tan grave que hubiera sido una razón más para una intervención rápida, pública y absolutamente terminante del Rey en defensa de nuestra democracia y contra estas irresponsables actuaciones de quienes se amparan en las fuerzas armadas para extender su venenoso pensamiento ultraderechista.

Pero claro, este grupo de altos militares jubilados vuelve a imitar lo que han hecho sus referentes políticos, el PP y Vox, quienes llevan meses deslegitimando en Bruselas al Gobierno de Pedro Sánchez, erosionándolo por todas las vías posibles y hasta tratando de dificultar que las ayudas europeas para superar la crisis del coronavirus pudieran llegar a España, para lo cual se han llegado a aliar con los países xenófobos del grupo de Visegrado.

No es nada casual que tanto malestar militar jubilado explote precisamente ahora, cuando parece que se van a aprobar unos presupuestos que van a dar continuidad a este Gobierno y van a impulsar un cierto cambio a las políticas de austeridad que impuso el Partido Popular con las cuentas de Montoro de 2017, vigentes desde entonces. Porque nunca antes estos militares, tan dados a la indignación patriótica, se manifestaron en público ni contra los profundos recortes en servicios públicos durante los años de dura crisis, ni contra la corrupción, ni siquiera ante el fallecimiento de 62 militares en el año 2003 por graves negligencias en la gestión del avión Yákovlev-42 que los traía de su misión en Afganistán.

Claro que, para estos militares y sus impulsores políticos, lo importante es que avance la “Operación Albatros” que apoyan para cambiar a este Gobierno, al que consideran socialcomunista, por otro de concentración que acerque a la derecha a un poder que no tienen. Vamos, un intento castizo de golpe de Estado en toda regla.

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