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Marc Llorente

Teatro - Crítica

Marc Llorente

Caricias venenosas

El Teatro Principal de Alicante se prepara para la nueva normativa

La fiesta del Chivo

TEATRO PRINCIPAL DE ALICANTE

***

De Mario Vargas Llosa. Adaptación: Natalio Grueso

Compañía: Okapi Producciones. Dirección: Carlos Saura

Adaptar la complejidad de una novela al teatro es una laboriosa labor que requiere quedarse con lo fundamental de esas páginas. Esta es la destacada tarea de Natalio Grueso al escribir los pasajes de «La fiesta del Chivo», del premio Nobel de Literatura 2010, el peruano Mario Vargas Llosa. Basándose en hechos reales, asistimos a una historia que reflexiona sobre la dictadura de Rafael Trujillo en la República Dominicana de los años 50.

Surge el pasado de una mujer, abogada actualmente, con un traumático suceso en su infancia. Regresa, después de residir mucho tiempo en Estados Unidos, para visitar a su viejo padre, que está en silla de ruedas, casi inmóvil y en silencio. Uno de los títeres del cruel dictador asesinado en 1961. Ella monologa, narra directamente al público y actúa en esta pieza que señala el alto grado de corrupción del tal Trujillo, el padre de la patria y supuesto benefactor del pueblo en el nombre de Dios, como suele suceder con tipos falsos y lunáticos. Que rechazan a los intelectuales y artistas y pisotean los derechos.

Los diferentes conflictos tienen lugar en escenas que acogen las relaciones de los personajes mientras la cuestión político-social es el telón de fondo. Juan Echanove y Lucía Quintana sobresalen en un reparto donde anida la corte de aduladores y el coronel de confianza. Eugenio Villota, Eduardo Velasco, David Pinilla y Gabriel Garbisu, el padre, que también destaca especialmente. Velasco pone un simpático cinismo con contención, y Echanove es uno de esos intérpretes que atrapa mucho al público. Da en la diana por su maestría y aparente facilidad.

La única actriz resalta el equilibrado pulso emocional de su papel. Y todos contribuyen bajo la ajustada dirección de Carlos Saura, cineasta, sobre todo, que vuelve a coquetear con el teatro como también lo ha hecho con la ópera. Mejor o peor. Algunos rasgos interpretativos se intensifican en situaciones que van fusionándose con saltos de temporalidad que nos ubican en el presente y en el ayer con un padre que pierde la confianza de Trujillo. Solo la puede recuperar pasando por un aro muy estrecho, circunstancia que provoca el trauma a su hija cuando era niña aún.

El sentido teatral queda al descubierto en el ámbito de una escenografía muy ligera, sin brillo, que hace una utilización irregular de la videoescena y no favorece a una obra que vemos y se escucha con notable interés en términos generales. Cabe señalar la existencia cinematográfica de la novela de Vargas Llosa, publicada en 2000.    

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