Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Carlos Padilla Estrada

Médico, escritor y autor del libro El siglo de los indomables

Juan Carlos Padilla Estrada

¿Derechos civiles? ¡Sí, gracias!

Sampedro, primer español en pedir la eutanasia: No quiero ser una cabeza viva

Se ha aprobado la ley de eutanasia en España. Comencemos diciendo que tal ley a nadie obliga a partir antes de tiempo y en contra de su decisión.

Quizá esta norma rechine a aquellas personas que aspiran a que su código moral, religioso o ético domine la vida del resto de la Humanidad. Pero para aquellos que piensan que la libertad individual es un bien a proteger y que las leyes han de propiciar un marco en el que se pueda desarrollar, es una buena noticia.

Cualquier médico ha conocido numerosos casos de pacientes en estado terminal que deseaban acabar con su sufrimiento, pero la situación actual les imputa como delincuentes si se les ocurre prestarles su ayuda, de manera que han tenido que moverse en un resbaladizo ámbito entre la piedad y la ley, con el oscurantismo asociado, siempre con el peligro de resbalar hacia uno u otro lado.

A partir de ahora se abre un nuevo escenario en el que se valorará el deseo del paciente y una comisión médica tomará las medidas necesarias para cumplir su voluntad.

Insisto: se trata de una ley de derechos civiles que no obliga a nadie. Es algo parecido a lo que sucedió con la ley de matrimonio homosexual, que aportaba un derecho a un colectivo, pero no obligada a nadie a hacer nada que no quisiera. Y ese es quizás el punto más importante a destacar en las leyes que implementan los derechos civiles: son normas que aportan pero que no obligan.

Y la ley de eutanasia es un buen ejemplo de ello.

Sé lo que está pensando, querido lector: a ver si me descuido, me duermo en una sala de espera de un hospital y aparezco junto a San Pedro vestido de blanco radiante.

En modo alguno. Las condiciones garantistas de la ley aseguran una serie de controles para que nadie, insisto nadie, pueda verla aplicada contra su voluntad. Y por eso es especialmente recomendable realizar el llamado “testamento vital”, en el que se consignen las instrucciones finales tanto para la familia como para los médicos, en los casos en los que el paciente no las pueda expresar. Dejando por escrito bien claras nuestras intenciones garantizaremos su cumplimiento y alejaremos cualquier fantasma. Es igualmente respetable la voluntad de una persona a no recibir ni un miligramo de aspirina para mitigar su dolor como la de otra que no desee vivir por debajo de un umbral cognitivo o de movilidad, o aquejado de ciertos dolores o bajo una losa psicológica inaceptable para él.

¿De verdad hemos de seguir admitiendo centenares de “accidentes” cada año y cerrando los ojos ante el deseo de no vivir de muchas personas? ¿No es más humano que puedan partir en una cama, rodeados de sus allegados y en paz, sin dolor ni angustia?

Confiemos en la ley y vigilemos su cumplimiento. Seguro que es perfectible, como todo lo humano. Y estará en nuestras manos mejorarla y aportar a nuestros semejantes calidez y humanidad, sobre todo en ese momento postrero que es, seguramente, el más importante de la vida. 

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats