Tomo prestado el título de uno de los dramas sobre el honor más conocidos de Francisco de Rojas Zorrilla. El Rey es Alfonso XI de Castilla y los hechos ocurren en el siglo XIV. Lo que vivimos se ha convertido en un drama y afecta al honor de un Rey: Juan Carlos I.

Creo que aquí y ahora es necesario recordar a los que nos dirigen que han recibido una España en libertad, progreso y paz, muy distinta de aquella con la que iniciamos la transición con la que pasáramos de una dictadura, tras una ardua tarea legislativa, de mano tendida y voluntad de concordia, a una España admirada y respetada.

Los nubarrones políticos no pueden ser más negros por el anuncio desafiante de un gobierno que va decididamente, como lo están demostrando, a derribar el régimen que nos dimos con la Constitución de 1978, que aprobaron Congreso y Senado y el pueblo español mayoritariamente por referéndum, para instaurar una República.

Si bien conocieron en las elecciones Gallegas y Vascas una clara advertencia de la oposición a una vuelta a la república que preconizaba el vicepresidente Pablo Iglesias, el éxito de la mayoría absoluta del Partido Popular en Galicia fue un palmario testimonio y reflejo de que el pueblo español sigue creyendo en la bondad y utilidad de la Constitución con la que, en una alternancia modélica de partidos opuestos en el poder, fuesen autores del progreso de España. Con su anuncio reiterado de un cambio de monarquía parlamentaria por República que representa enfrentamiento y odio e introduce inquietud y temor en la ciudadanía, no recuperada de la crisis económica, aparece en enero la anunciada pandemia del coronavirus, que mal gestionada ha llenado de dolor y llanto a cientos de familias.

La solución adoptada por el gobierno para detener las muertes por la covid-19 fue la declaración del estado de alarma. Lo que permitió, con unos pactos de perdedores, ofreciendo girones de la Constitución a cambio de su apoyo, ahormar una oposición suficiente para sortear debates, controles parlamentarios, abusar del Decreto Ley, etc. e ir haciendo camino al andar contra nuestra Constitución, ninguneando al Jefe de la oposición, cuyo estatuto conoce. Optó por la línea del obscurantismo que le permitía el estado de alarma para conseguir aprobar leyes alejadas del sentir, necesidad o sentido común del español medio como la pérdida del idioma español como lengua vehicular entre las que se hablan o la de la eutanasia, mientras el pueblo se muere en los hospitales por el coronavirus o tiene que estar confinada y las pequeñas y medianas empresas y las de autónomos se ven sin horizonte, abocados al cierre, por la desastrosa e inaceptable gestión de la pandemia.

Pero creo que es momento, de secarnos las lágrimas y remansar nuestro dolor para hacer una pequeña reflexión, antes de que sea tarde. Valoremos la experiencia y conocimientos adquiridos en España o en ultramar, que tienen los componentes de este Gobierno social-comunista que son conocidos, con los de las mujeres y hombres de izquierdas y nacionalistas que participaron en su redacción junto con otros de pensamiento humanista, liberal o conservador, entre ellos Enrique Tierno Galvañ, Ramón Tamames, Jorge Solé Tura, Miguel Roca,Nicolás Redondo, Jordi Pujol, Felix Pons, Gregorio Peces Barba, Enrique Múgica, Federico Mayor Zaragoza, Alfonso Guerra González, Felipe González Márquez, Luis Gómez Llorente, Santiago Carrillo, Marcelino Camacho, Carlota Bustelo, Heribert Barrera, Javier Arzallus, Dolores Ibarruri y nuestros diputados alicantinos Asunción Cruañez, Joaquín Fuster, Antonio García Miralles, y Pilar Bravo.

Y a mayor abundamiento recordemos que la Constitución que redactaron en esa primera legislatura, llamada constituyente, fue aprobada mayoritariamente por el pueblo español en referéndum. Es una irresponsabilidad llevar la inquietud a todo un pueblo en este momento de inseguridad jurídica, económica y sanitaria para derribar una Constitución de la Concordia que devolvió la sonrisa a un pueblo triste y empobrecido.

Pero esta larga pandemia acabará y de ahí la preocupación ahora por la Ley Orgánica del Poder Judicial, componentes del Tribunal Supremo y Consejo del Poder Judicial que contemplan modificar, dentro de la cascada de leyes que están aprobando, amparados en la humareda y temor de la pandemia. Pero saben y les consta que esa “aventura” emprendida tropieza con el art. 102 de la Constitución, en cuanto advierte que: “La responsabilidad criminal del Presidente y los demás miembros del Gobierno será exigible, en su caso, ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo”. Como conocen que aunque el Título VI se dedica al Poder Judicial, en el IV, y artículo 106, establece que: “Los Tribunales controlan la potestad reglamentaria y la legalidad de las actuación administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que lo justifican”.

Unido a esa verborrea constante y obsesiva idea del Vicepresidente Iglesias de imponer a marchamartillo “su república”, no pierde oportunidad alguna para despotricar contra el gran muñidor de la democracia y de la Constitución que fue el Rey Juan Carlos I. Y lo hace no contra su modélico comportamiento y valor contrastado como Rey de España, que contó con la valiosa ayuda de Adolfo Suarez y de Torcuato Fernández Miranda, y a pesar de que no tiene imputaciones personales y que como cualquier ciudadano ha presentado su liquidación voluntaria a la Hacienda pública por las donaciones recibidas en el extranjero de magnates árabes por su extraordinaria labor en pro de la realización de obras faraónicas que beneficiaron a grandes empresas españolas que consiguieron contratos fabulosos.

Pero para su república el vicepresidente tiene un obstáculo insalvable; del Rey abajo ninguno. Así se lo reconoce el Título II de la CE “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…”

Llegadas estas fiestas cargadas de inquietudes y tristeza, os deseo a todos, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, unas Felices fiestas navideñas; sin olvidar a nuestros seres queridos que nos dejaron, y animaros para en el año nuevo, defender, con uñas y dientes, nuestra Carta Magna que es símbolo de libertad, paz, unidad y prosperidad, desde la atalaya en la que estéis y para todos los españoles de bien: ¡Feliz Navidad!