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Marc Llorente

Ver, oír y gritar

Marc Llorente

Zambombas navideñas

María Jesús Montero.

Este año ya tocó el premio gordo en marzo. Y las secuelas continúan. La pedrea contra la pandemia lleva sus medidas de seguridad. Pero los contagios siguen al alza. Muchos hacen un corte desafiante de mangas a las restricciones y a las precauciones. Organizan comilonas, descorchan sidra y soplan matasuegras como siempre. Sin mascarilla, por supuesto.

Comparten las bolas del árbol y el mazapán en grupo. No están dispuestos a que Ximo Puig ni nadie les agüe la fiesta. Los turrones anuales no son dulces ahora, y los polvorones pueden causar atragantamiento. ¿Hacen falta más pruebas para actuar de otra forma? ¿Por qué esa pretensión de armar el belén y la marimorena? ¿Es algo ineludible tocar la zambomba y convertirla en bomba de fabricación casera?

Lo de la fraternidad en tiempo navideño no creo que contribuya a sofocar las llamas políticas que venimos disfrutando en este primer año de legislatura marcada por el coronavirus. La crispación también se contagia. En el Gobierno de coalición hay tensiones sin que llegue la sangre al río y sin que ello vaya a suponer una inestabilidad gubernamental. Los colegas de PSOE y Unidas Podemos pierden apoyos públicos en favor de la derecha y de un PP cuyos principales méritos están en haber propiciado, sin querer, la comisión de investigación de la Kitchen y en el alboroto de cada día, entre otras proezas que nos benefician tanto. Estos días tocan el pandero y la pandereta para que no decaiga la murga.

Sánchez, pasada su cuarentena, e Iglesias tomarán turrón duro, pese a que el Consejo de Ministros haya lanzado confeti al aprobar la ampliación del decreto para la prohibición de los desahucios, la recuperación del «escudo social», que evita el corte de agua, luz y gas natural a los más vulnerables, o las ayudas a la hostelería. Los dos seguirán aireando diferencias en materia de salario mínimo interprofesional o en lo relativo a la nueva reforma de las pensiones. “No seas cabezón, Pablo”, sugiere la ministra portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, porque Iglesias se sube a la burra del portal, no se apea de ahí y pide, al parecer, mucho aguinaldo a los socialistas.

La aprobación de los presupuestos propicia en Moncloa una feliz Navidad hasta cierto punto. Se sabe que tras la tempestad entre socios, viene la resolución de conflictos de alguna manera. Justicia y Economía introducen una fórmula, en materia de desahucios, que compense a los bancos y los fondos buitre si demuestran un perjuicio económico. Eso sí, con la venia de Podemos para que el asunto salga adelante, aunque sea con monigote de los santos inocentes en la espalda.

Investigar las finanzas del rey emérito es una historia que se quedará sin tocar ante los leones del Congreso, gracias a la pinza formada por PSOE, PP y Vox. No sé si Juan Carlos I tomó pavo, besugo al horno y amargas peladillas en Nochebuena, que no habrá sido su gran noche en el hotel de lujo de Abu Dabi. Cinco estrellas a dos mil quinientos euros la noche. No es cuestión de monarquía o república, sino de democracia social y económica. A ello se apuntan los sindicatos, mientras echan polvos picapica a la patronal.

El estado de alarma lo suaviza Santa Claus con un saco lleno de vacunas, y el mensaje de Felipe VI nos ha felicitado las Pascuas tocando el tambor y cantando «ropoponpon». Los cuatro tópicos habituales sobre ética, moral o solidaridad con más de dos metros de distancia. Un distanciamiento cada vez mayor.

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