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José A. García del Castillo

LA PLUMA Y EL DIVÁN

José A. García del Castillo

Imprevisiones

Las primeras dosis de la vacuna ya están en España Moncloa

Cuando comenzó este fatídico año bisiesto que, por fin, se nos va, nadie pensaba que podríamos vivir tantos despropósitos juntos. Pero lo más impactante es lo poco que hemos sido capaces de aprender en tantos meses de totum revolutum. Lo único a destacar es que este país nuestro siempre llega tarde a sus citas, con independencia de lo importantes que sean, incluso estando la vida en juego.

Parece obvio, que contamos con un plantel de expertos en pandemias suficientemente preparados para generar una hoja de ruta desde el minuto uno, pero no se sabe muy bien por qué, hemos estado jugando al ping pong y desoyéndose unos a otros como si la vida de los españoles no fuera relevante.

Desde el Ministerio de Sanidad se comenzaron tomando decisiones aleatorias, supuestamente basadas en el criterio de expertos, que han ido variando en función de parámetros incoherentes y contradictorios: mascarillas no, mascarillas sí; test no, test sí; confinamiento no, confinamiento sí, y cuando la cosa se pone fea después de la primera ola, se les pasan las competencias a los gobiernos autonómicos.

Después de muchos meses de improvisaciones en cadena de los múltiples gobiernos, donde cada cual dicta normas según el criterio de sus supuestos expertos, no acabamos de salir de la segunda ola y ya estamos en la tercera. Lo más cutre es que, al final, la responsabilidad se nos atribuye a los ciudadanos, por incumplidores, mezquinos y suicidas.

No deja de ser muy chocante y abracadabrante, que los expertos que dan la cara disientan constantemente con los que no la dan, que son la mayoría. Es comprensible que el desconocimiento de la pandemia provoque estos choques, pero sería menos lesivo si se pusieran las cosas en común y se llegaran a acuerdos colegiados.

Ahora las colas de los test privados son el siguiente escalón de las imprevisiones. Los ciudadanos son los que se sienten en el deber sensato de saber si están infectados o no para celebrar dos días de fiesta familiar sin ser portadores de muerte para sus mayores, teniendo que sufrir largas esperas y costearse la fiesta, cuando se podrían hacer auto test por cinco o diez euros, sin colas, ni desesperaciones.

Los más previsores han sido los científicos, que contra todo pronóstico han conseguido una vacuna que puede ser la única salida factible, aunque sea a largo plazo. Ahora el problema que queda por resolver es quién costeará la astronómica factura de las vacunas de aquellos países que no pueden pagarla. En lenguaje político se diría, el destino proveerá, siguiendo en su línea de imprevisiones.

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