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Manuel Alcaraz

La plaza y el palacio

Manuel Alcaraz

Inocentes neandertales

Personal sanitario cuida a un enfermo de covid en Alicante

23 de diciembre, mediodía, un sol tenue se filtra entre las plantas del patio junto al que está mi despacho; en Spotify, Cecilia Bartali canta solemnemente a Scarlatti. Faltan varios días para la publicación de este artículo, pero las responsables de la sección de Opinión de Información, siempre amables y eficaces, me piden que lo envíe antes de lo habitual por aquello de organizar las fiestas. Así que me embarga una cierta melancolía: aún no ha llegado Navidad y ya estoy otra vez en esta harina. Y no sé si en cada artículo vibrará un aroma a mazapán o a las almendras cautivas en el turrón. Me gana la desgana. Pasa siempre que el tiempo y su lógica se desdibujan, se estira o se comprime y he de imaginar, por ejemplo, lo que puede ser alguna urgencia o utilidad reflexiva dentro de cinco días. Lo que también es vana idea, vanidoso empeño en creer que lo que aquí predique interesará a alguien o que influirá más que influyen los planetas esos que hemos contemplado con pasión inusitada, como si mirar al cielo nos diera las alas para huir de este terruño. Que ya lo dijo Santa Teresa de Jesús: “Carrera muy larga/ es la de este suelo”, lo que tanto da para glosar deporte, insistir en tristeza o afirmar indolencia.

El desánimo no es total: me han tocado 100 euros en la Lotería que me vendió Natxo Bellido, de la de la Festa de Sant Bult, tan íntima, tan querida. Y acabo de leer que la posibilidad de enfermar gravemente o morir de covid es mayor si tienes genes neandertales, lo que le sucede a entre el 2% y el 8% de los europeos. Doy en pensar que la vacunación debería comenzar con esta gente, tan fiel a sus orígenes. Lo malo es que no sabemos quiénes son. Decir que son los militantes y votantes de la extrema derecha no parece de recibo porque los neandertales están siendo últimamente muy apreciados por los niños. Les pasa por antiguos y raros, como a los dinosaurios, aunque me da que no coincidieron. Así que no podemos insultar a los neandertales confundiéndoles. Tampoco puede reducirse la cosa a su aspecto. Si por eso fuera tengo varios candidatos, pero no sería muy científico. Total, que la idea de la vacuna neandertalizada no tiene trayectoria.

¿Cuántas de estas hemos vivido? En un año -sí, hace un año llegaron las primeras noticias del bicho- hemos vivido tanto, se han acumulado tantas experiencias, hemos adquirido tantas palabras, que debería hacerse un diccionario, una enciclopedia covid. Ortega hubiera dicho que era él y su covid. Pero en realidad nosotros, cada uno, cada “yo”, neandertales o no, somos las circunstancias del covid. Lo que hacía el bueno de Mendel, cruzando parsimoniosamente guisantes, se ha transformado en lecciones apresuradas sobre cepas mutantes del brexitcovid. Una vez visité en Brno el jardín del convento donde Mendel cruzaba los guisantes y rezaba, que para eso era agustino. El recuerdo es mustio, porque no había nadie, y apenas cuatro carteles informativos. Claro, que peor quedó la casa de Einstein en Ulm, arrasada por los nazis. La de Bach la destruyeron los bombardeos aliados, aunque se reconstruyó, creo que por una fundación japonesa. Se puede construir una genealogía del pensamiento occidental viendo a ver qué fue de los domicilios de sus genios. Cierta tendencia al desastre sí que se nota. Pero a lo que vamos: Mendel era fraile católico, mire usted, y no pasaba nada. Lo mismo regaba los guisantes con agua bendita y por eso desvariaban, pero el caso es que en el fondo de los corazones de los negacionistas late un tufillo neandertal y el peso ancestral de las piedades entregadas a un que sea lo que Dios quiera. Aunque todo es muy raro: leo una entrevista a una sobrina-nieta, me parece, de Miguel Bosé en el que reniega de su famoso pariente por sus posiciones algo irracionales en estos meses, pero manifiesta que ella tampoco quiere vacunarse, pero porque es hippy. Vaya por Dios con la joven. Aunque es seguro que los neandertales no se vacunaban.

A lo mejor por todo eso va a avanzar el turismo rural, entre unas cosas y otras. Y eso que aquí los hoteleros y sus circunstancias, entre sus legítimas quejas y protestas, no han advertido que en Francia, después de París, la ciudad que recibe más visitantes es Lourdes. Yo no sé por qué no le exigen al Gobierno un milagro. Estoy casi seguro de que Francesc Colomer les apoyaría en el ruego. Que la Patrona de Benidorm sea la Virgen del Sufragio es alentador. La concejala de turismo de Alicante también se apuntará. Y el de Fiestas ni te digo. Me parece que podríamos empezar por afirmar las virtudes salutíferas del agua de la Fuente de los Luceros y anunciar que lo suyo es beber un trago tras cada mascletá, y que se haga cada día una, o dos, y que lo pongan en el Guinnes. Total, por 15.000 euros más, obrar milagro es fácil para mentes imaginativas. Por supuesto hay que decir que es milagro especialmente recomendado para neandertales, líderes del Partido Conservador británico, votantes de Vox y concejales de fiestas y turismo. Otra posibilidad es exigir a la Generalitat una Torre Eiffel más alta.

Total, que acabamos el año con algunas dudas. Pero como tenemos menos seguridades, lo mejor que podríamos hacer es tratar de blindarnos contra los cantos, desvaríos y añagazas de los serviles. Leer a Descartes es bueno, porque enseña que sólo de la duda puede surgir alguna certeza esencial, mientras que de una certeza radical sólo aparecen sospechas poco razonables. También me permito recomendar “Herejes”, una pequeña joya de Antonio Pau. Sobre neandertales, por supuesto, las conversaciones de Millas y Arsuaga. Sobre guisantes no sabría que decirles. Yo estoy acabando, en plan homenaje, una delicia de Le Carré: “Una verdad delicada”, un título oportuno.

Y lleve cuidado, que mañana es el Día de los Inocentes y Herodes, presunto inocente, virus o neandertal, no ceja, que hay gente con manías y un gran sentido de su misión histórica. Por lo demás, que Dios nos proteja de los inocentes.

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