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Fernando Ull

Hasta nunca 2020

La vacuna de Pfizer.

Pocas veces hemos tenido los españoles el deseo de que pase el tiempo cuanto antes como lo tenemos de que se acabe de una vez este año. Si a menudo me quejo de la rapidez con la que pasan los años ahora que me he hecho mayor en comparación con la sensación del paso del tiempo que tenía en mi niñez, cuando los veranos me parecían eternos, cada mes de este 2020 ha sido una larga mezcla de abatimiento, negación de la realidad, incertidumbre y nostalgia del pasado inmediato.

Quizá una de las pocas noticias buenas de este año sea que la campaña de vacunación contra el covid-19 se ha puesto en marcha hace unos días. Doy por descontado que la gran mayoría de aquellos que bien por ignorancia o por seguir la moda anti vacuna se niegan a ser vacunados cambien de parecer en las próximas semanas. Su actitud irresponsable pondría en peligro al resto de la población. Si hoy día no concebimos que un padre o una madre se niegue a que vacunen a sus hijos contra enfermedades como la poliomielitis, la difteria o la varicela (hay que ser un loco para no hacerlo) estoy seguro de que en unos meses los que no quieran ser vacunados contra el Covid-19 serán vistos como unos lunáticos asociales.

Si echamos la vista atrás podemos observar que en la historia de la humanidad ha habido plagas y pandemias mucho peores que la que estamos viviendo. La última fue la gripe de 1918 que mató aproximadamente a 50 millones de personas en todo el mundo y sin embargo cuesta encontrar en los escritores de la época alguna referencia a ella. No recuerdo haber leído nada sobre esta gripe tan letal en los diez o doce libros que he leído de Gregorio Marañón a pesar de que fue nombrado miembro de una comisión internacional que tuvo como objeto el estudio de las causas y tratamiento de una enfermedad que se ensañó con los europeos. Tampoco he encontrado alguna anotación de un memorialista de manual como fue Stefan Zweig. He revisado las obras completas de Ortega y Gasset que tengo en mi despacho y no he logrado encontrar ningún escrito suyo referente a la mal llamada gripe española y no recuerdo que Sándor Márai escribiese nada al respecto. Sí que me ha venido a la memoria que Josep Pla se refiere en las primeras páginas de su libro El Cuaderno gris al hecho de que durante la pandemia de 1918 se suspendieron las clases universitarias durante algún tiempo y que por eso tuvo que regresar a la casa familiar donde empezó a escribir su famoso diario.

Sin embargo, en este año 2020 hemos podido leer continuas referencias a la mal llamada gripe española comparando el número de muertes, la forma en que se expandió, su origen y que desapareció igual que había llegado: de repente y sin existir vacuna. ¿Cómo se recordará en el futuro la pandemia del 20? ¿Se la contarán mis hijos a sus nietos? Y si lo hacen, ¿a qué dato darán mayor importancia? Para mí se deberá recordar sobre todo el comportamiento valeroso y abnegado que ha tenido el personal sanitario y en general todos los funcionarios que de alguna manera u otra han colaborado para que la Administración del Estado haya seguido funcionando. Dejando al margen el devastador balance de fallecidos, esta pandemia ha sido una mala noticia para los defensores del ultraliberalismo. Si algo ha quedado confirmado es la necesidad de un Estado fuerte desde el punto de vista de los servicios públicos, especialmente la sanidad, que proteja a los ciudadanos cuando se encuentran en situación de desamparo ya sea por razones económicas o de salud. El Estado y las instituciones de la Unión Europea van a salir reforzadas de esta crisis sanitaria y económica. El concepto egoísta liberalista de que cada uno se apañe como pueda nos hubiera llevado al desastre.

La sociedad española debería salir de esta pandemia habiendo reforzado algunos valores. Durante este tiempo, en el que los hospitales han estado al límite y con miles de familias que han perdido a seres queridos para los que su hora no debería haber llegado, necesariamente tiene que haberse producido una modificación. Si dejamos de pagar impuestos ocultando ingresos, ¿no estaremos poniendo en peligro la sanidad pública y la posibilidad de que el Estado ayude a los autónomos?

Es más importante que nunca la memoria. Para recordar lo que hemos vivido y para que dentro de unos meses hagamos oídos sordos a los liberales que, cuando abandonen los cuarteles de invierno, vuelvan la carga con la idea de que es imprescindible que la Administración disminuya lo máximo posible. ¿Qué seríamos sin memoria? se pregunta Chateubriand en su conocida Memorias de Ultratumba (1848). “El corazón más afectuoso perdería su ternura si dejase de recordar; nuestra existencia se reduciría a los momentos sucesivos de un presente que se desvanece sin cesar, y el pasado no existiría”.

Feliz año nuevo, más que nunca

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