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Juan José Millas

Reparación verdadera

En literatura se suele decir que el plagio es admisible cuando va acompañado de asesinato. En otras palabras, cuando mejora el original

Banco de España.

Casi todos los años por estas fechas la policía descubre, en la periferia de alguna gran ciudad, una nave repleta de “juguetes falsos”. La idea de un “juguete falso” lo coloca a uno contra las cuerdas de la lógica. ¿Se puede jugar con un “juguete falso”? Pues sí, perfectamente, del mismo modo que puede uno calzarse con unas Adidas falsas. Sería, entonces, más correcto decir “plagiados”. “Juguetes plagiados”. En literatura se suele decir que el plagio es admisible cuando va acompañado de asesinato. En otras palabras, cuando mejora el original. Puede hacerse. Cuando veo algunos juguetes genuinos, se me ocurren ideas que los harían más sólidos, o más útiles, o menos peligrosos.

El dinero falso funciona con frecuencia tan bien como el de verdad. Estuve hace poco, por razones de un reportaje, en unas dependencias del Banco de España, donde me enseñaron billetes falsos que eran prácticamente iguales a los verdaderos. De hecho, habían circulado tranquilamente, engrosando la masa monetaria, hasta que una maquinita con rayos ultravioletas los detectó. Me impresionó el sintagma “masa monetaria”. Pensé en la masa muscular de un cuerpo, de mi propio cuerpo, que aumenta y disminuye en función de lo que me mueva. Con la pandemia, he perdido una parte, pues hago menos ejercicio. Me pregunté si podría sustituir la masa perdida con masa muscular falsa. ¿Se puede falsificar la masa muscular? En el gimnasio al que acudía antes del virus, había gente que tomaba anabolizantes para obtener más bíceps. ¿Podríamos decir que esos bíceps eran falsos? Quizá, pero levantan las mismas pesas auténticas que los verdaderos.

Viene el fontanero a arreglar una fuga de agua y, mientras trabaja, le doy un poco de conversación. Al poco, recaemos en el asunto de la pandemia.

-Ese es un virus fabricado -dice él.

- ¿Un virus falso? -pregunto yo.

-En efecto -corrobora él.

-Pues funciona como si fuera de verdad -remato yo.

Me cobra setenta euros por un cuarto de hora de trabajo. De haber dispuesto de billetes falsos, le habría pagado con ellos la reparación verdadera.

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