¿Cuándo se deja de ver lo que se tiene delante? Hay un cuento de Edgar Allan Poe, La carta robada (sobre la que Lacan, por cierto, hizo un seminario), en el que se ejemplifica la dificultad de hallar lo que se encuentra en su sitio (en un escritorio, en el caso de la famosa carta). Donde más papeles pierdo yo es en mi propia mesa de trabajo, que apenas tiene un metro cuadrado. Y no es que se pierdan, es que no los veo. Lo mismo que ocurre con los objetos ocurre con las personas. Hay quien lleva años sin “ver” a su cónyuge, a cuyo lado se acuesta. Estuve hace poco en el funeral de la esposa de un conocido que se arrepentía de no haber reparado en la importancia que esa mujer había tenido en su vida. Observaba su cuerpo como si acabara de descubrirla. Sólo fue capaz de reparar en ella cuando se le reveló dentro del ataúd: fuera, pues, de sus lugares de siempre.
