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Justo Gil Sanchez

La evolución del Rey emérito

Don Juan Carlos mantendrá "vitaliciamente" el título de Rey, según ha señalado el Gobierno

Círculo de Lectores publicaba el libro “Con España en el corazón” (1995), conmemorativo de los primeros 20 años de reinado del rey Juan Carlos I, insertando los diferentes mensajes del Rey entre 1975-1995. Es evidente que, en el primer mensaje de la Corona, en 22 de noviembre de 1975, dos días después del fallecimiento del autócrata general, señalaba, sin rubor, pero obligado por las circunstancias, puesto que había sido su valedor en el ascenso, que: “Una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea” (sic). ¡Cómo ha pasado el tiempo y cómo se han trocado las cosas!

Es evidente que, entre los grandes protagonistas de la Transición política, hasta conseguir las mieles democráticas, se hallaban: (i) el pueblo español, (ii) el tándem Juan Carlos I y Adolfo Suárez y (iii) actores políticos de la talla de Santiago Carrillo, Felipe González y Manuel Fraga, entre otros muchos. Eso no puede ser obviado, a fuer de objetivos.

El 23 de febrero de 1981 pudo ser un pozo profundo en la incipiente democracia española, torpedeada por el fanatismo ciego y montaraz de la extrema derecha, melancólica con el franquismo, y una ETA criminal que dejaba reguero de muertos ante la desesperación de la sociedad y estamentos militares. Lo cierto y verdad es que, con su intervención en la TVE, vestimenta de jefe de los ejércitos prima facie, abortó la asonada de generales golpistas que querían retrotraernos a un pasado que los españoles, en su conjunto, querían superar. De otra parte, Europa no lo hubiera deglutido. Es verdad que - como se ha dicho siempre- su actitud campechana era una especie de sortilegio de cercanía social. Era una suerte de recubrimiento o señuelo, queremos creer que sincero. Es cierto que fue durante bastantes años apertura de puertas y ventanas en el ámbito de las relaciones internacionales. Había sido un “embajador cualificado”; en aquellos momentos, el mejor. Pero no es menos cierto que el culmen de la proyección internacional de este país, que llamamos España, se enmarca con los gobiernos de Felipe González, donde se conforma todo el entramado y armazón institucional democrático del Estado, y supone el fin del aislamiento y la incorporación de España al mundo occidental. Hay que tener memoria.

El hispanista Paúl Preston realzaba la figura del Rey en su libro “Juan Carlos, el rey de un pueblo” (ABC SL, 2003), señalando que la normalización de España no hubiera sido posible sin la presencia institucional del rey Juan Carlos. Y es verdad que el tiempo pasa y hace a las personas maleables. Uno – por muy arriba que se halle en el pedestal- no está inmune frente a todo. Quizás se lo creyó. La transparencia debe entrar en la institución de la Corona. No se puede vivir siempre de unos concretos acontecimientos, máxime cuando se está en las alturas de la jefatura del Estado español. Y siendo el primero, su ejemplo sirve de guía para todos los demás ciudadanos. Es verdad que a partir de su abdicación (2014) se están conociendo cuestiones financieras que claman al cielo, o a los infiernos, de existir (regalos Corina, tarjetas royal black, etc), aparte de Botswana y los elefantes. Sigue siendo capital general de las fuerzas armadas, en la reserva, aunque sin ejercer funciones constitucionales. Aún permanece indeleble en el imaginario colectivo de todos los españoles la frase aquella de “La ley es igual para todos” y la ejemplaridad (2011), dicho con una tranquilidad pasmosa. Y la realidad es que eso, al parecer, no ha sido así. Y es cierto que el Estado de Derecho señala que una de sus notas características es la “supremacía de la Ley”, entendida como expresión de la voluntad general del pueblo. La ciudadanía tan sólo espera que se haga justicia. Dejémoslo así.

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