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Juan  Giner Pastor

Recordar a Emilio Varela en el 70 aniversario de su fallecimiento

Fotografía de archivo de Emilio Varela.

Emilio Varela, el pintor alicantino más destacado durante la primera mitad del siglo XX, nació en Alicante el 6 de noviembre de 1887 y murió el 6 de enero de 1951 en la misma casa del barrio de san Francisco que le vio nacer. Cuando en 2010 Emilio Varela fue declarado hijo predilecto de Alicante y se celebró en la Lonja del Pescado la magna exposición en homenaje suyo, parecía que podría ser realidad la iniciativa del Observatorio de la Cultura de la Universidad de Alicante y de bastantes alicantinos para conseguir un museo donde se mostrasen parte de los 1300 cuadros registrados por Rosa María Castells y Eduardo Lastres en su encomiable labor preparatoria de la exposición que tan ejemplarmente diseñaron. Emilio Varela es un artista que, de haber nacido en Francia, por ejemplo, seguramente gozaría de fama internacional. Pero en Alicante, una vez más, está olvidado, sin que tampoco haya una sede para exhibir sus cuadros, como se pensó al restaurar la casona de la calle Labradores que ahora se llama Palau El Portalet.

Desde luego, como gran parte de la obra de Varela está en manos de particulares, además de la gran colección que atesoraba la desaparecida Caja de Ahorros del Mediterráneo, será empresa difícil mostrar conjuntamente las vistas de las calles, huertas, campos y montes alicantinos, los interiores, los bodegones, los retratos y autorretratos, todo con el sello inconfundible de un artista que superó los istmos, para crear un estilo propio que mostraba ≪su alma dentro de cada cuadro, en los que nos regala un mundo sencillo y poético, capaz de traspasar lo humilde y llevarlo a la inmortalidad…≫, según escribió en INFORMACIÓN el 31 de marzo de 2010, el arquitecto y académico Tomás Martínez Blasco.

Tal vez, si Alicante fuese Málaga, ciudad en la que tantos museos han fructificado, la deuda con Emilio Varela hubiera sido cumplida, y ya estarían expuestos de forma permanente sus cuadros que muestran la luz deslumbrante y bella de los paisajes alicantinos, de su ambiente urbano y rural: el Benacantil, el paseo de la Explanada junto a la dársena del puerto y los pabellones para tomar los baños de mar en la contigua playa del Postiguet, el peñón de Ifach, la sierra de Chorta, pintada desde la Aitana, la peña que alberga el Castell de Guadalest, además de los árboles de esos territorios y los de la huerta alicantina. Y también los interiores de la hermosa arquitectura de las masías. O la representación de bodegones en los cuales utilizaba como modelos sencillos elementos domésticos de usos cotidianos. Todo ello con un cromatismo tan subjetivamente expresado por Varela, cuyos autorretratos manifiestan una gran introspección psicológica, constituyendo un conjunto que, como dijo asimismo Tomás Martínez Blasco, consiguió ≪encandilar a los hombres cultos de su entorno: Óscar Esplá, Juan Vidal, Carlos Carbonell... Y a pintores consagrados: Joaquín Sorolla, Benjamín Palencia, Vázquez Díaz…≫. Ojalá tengamos algún día la oportunidad y el mérito de hacer realidad el museo donde los cuadros de Emilio Varela, hijo predilecto de Alicante, también fascinen a las generaciones futuras de alicantinos y visitantes.

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