Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Ortuño

Si Berlanga levantara la cabeza

Luis García Berlanga.

Desde hace mucho tiempo, tanto que ni me acuerdo cuándo comenzó, que mi relación con la televisión, con la “caja tonta”, es inexistente. Aun así, el otro día me tenía preparadas un par de sorpresas muy gratificantes para mí, lo que me supuso estar pegado frente a ella casi tres horas. La primera sorpresa fue ver cómo los servicios de mudanza sacaban los enseres de Trump de la Casa Blanca y los empaquetaban en camiones. El destino, Florida. Espero que sea cerca de una de las tantas ciénagas que este estado posee para felicidad del expresidente que ya sabemos cómo se mueve en el fango. La segunda sorpresa vino en forma de película. En otra reposición volví a ver una de las mejores películas de Luís García Berlanga: “La escopeta nacional”.

Estrenada en septiembre de 1978, en plena transición, ya sin censura alguna, la película muestra la crítica social descarnada y realista de la sociedad española de los años 60, casi los últimos del franquismo. Eran esos tiempos en los que no había nada comparable a organizar una buena cacería para intentar hacer amigos poderosos, codearte con personas influyentes y cerrar algún que otro negocio. Berlanga contaría después que la idea surgió de unos hechos acontecidos en 1961 y protagonizados por Manuel Fraga. El que fuese presidente de la Xunta de Galicia por el PP, y que por aquellos años acababa de ser nombrado Ministro de Información y Turismo, fue invitado a una partida de caza en la finca La Encomienda, en Santa Cruz de la Mudela situado en Ciudad Real, en la que también fue invitado Franco. El mismo Franco, el dictador, que decía del director de cine: “No es comunista, es peor. Es un mal español”. De aquella idea surgió un guion redactado por Rafael Azcona y por el mismo Berlanga. En él ya adelantaban hechos que todavía estaban por acontecer como fueron la burbuja inmobiliaria y el problema del separatismo catalán. Una maravillosa película con un rótulo al final que está cargado de ironía en el que podíamos leer: “Y ni fueron felices, ni comieron perdices, porque allí donde haya ministros un final feliz es imposible”.

¡Qué poco aprendimos o qué poco queremos aprender de las enseñanzas del maestro Berlanga! Desde “El Lazarillo de Tormes” y cucharada tras cucharada, la sociedad española aprendió. Aprendió mostrando una gran tolerancia ante los actos de corruptela, al tráfico de influencias y al capitalismo de los amigotes del alma. Una sociedad más intransigente, más crítica ya habría relegado al ostracismo total a políticos como Felipe González, a Aznar y a Esperanza Aguirre por sus gobiernos apoyados en las cloacas del estado. Habría olvidado ya a todos los responsables de la Gürtel o de los ERE andaluces; a Casado, a Cifuentes y a tantos otros relacionados con el trato de favor y las mentiras. Una sociedad más inflexible no saldría a defender a un rey evasor de impuestos y que sea lucrado, supuestamente, comerciando con países en manos de dictadores. Una sociedad más exigente no trataría con tanta benevolencia a aquellos cargos políticos que, saltándose el orden establecido, ya se han vacunado contra la covid.

Poco hemos avanzado desde la España de “El Buscón” de Quevedo, otro pícaro por excelencia con el que muchos españoles se siguen identificando. Aquí el que no corre vuela, pero no para ser el más inteligente, sino para ser el más listo, el pillo, aunque sea para hacerse trampas al solitario. Aquí, en nuestra querida España, se sigue aplaudiendo y excusando a los corruptos, quizás sea porque, en el fondo, tristemente, los palmeros aspiran a ser como ellos. No debería extrañarnos que los adolescentes y no tan adolescentes y muchas familias sigan saltándose las recomendaciones tratando de organizar fiestas y reuniones ilegales en plena pandemia. La impunidad social de la que gozan los reyes, políticos y allegados hace posible y ayuda a que medren los pícaros, los insolidarios, los egoístas.

Seguro que los argumentos relatados por los que egoístamente se han vacunado, saltándose el orden establecido, pasando por encima de sus vecinos, sería una buenísima idea que Berlanga no dejaría escapar para realizar una película. De ser así, ocurriría como con la saga cinematográfica de “Torrente”, saldríamos de los cines riendo a carcajadas y muchos, demasiados elevarían a los altares a nuestros nuevos héroes, aquellos a los que hay que imitar, los corruptos. ¡País! Que diría otro gran maestro que también nos ha dejado; Forges.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats