Contagio es una película de Steven Soderbergh (el director de Ocean´s Eleven, Erin Brockovich, Solaris o Sexo, mentiras y cintas de vídeo, entre cerca del medio centenar de obras que llevan su firma) sobre una pandemia que se descubre cuando una mujer regresa a Estados Unidos tras un viaje de negocios a Hong Kong, comienza a sentirse mal, muere y a continuación le ocurre lo mismo a su hijo. Los síntomas (fiebre, tos...) empiezan a extenderse como un reguero de pólvora por una población que entra en pánico y que va contagiando la enfermedad sin control al contactar con sus semejantes a través de la saliva, de las manos...
Dispuestos a encontrar el origen de virus para evitar su propagación y poder combatirlo, se pone en marcha una investigación que concluye con que el bicho es fruto de una mezcla de material genético de virus de murciélago y cerdo.
¿Cómo va a haber alguien tan rastrero y ruin como para robarle la inmunidad a quien le corresponda?
¿Qué hay de nuevo?, me dirán. Nada que no hayamos visto, leído, o sufrido en nuestras propias carnes durante los últimos diez meses, pero con una salvedad importante: el film se estrenó el 9 de septiembre de 2011, casi nueve años antes de que la ¿profecía? de Soderbergh se hiciera realidad.
La historia no acaba ahí. Continúa con el descubrimiento de una vacuna y la lucha descarnada y rastrera por hacerse con una dosis. Algo que cuando vi la peli, hace ya unos meses, fue lo único que interpreté como ficción. ¿Cómo va a haber alguien tan ruin como para robarle la inmunidad a quien le corresponde? Algunos políticos, militares, funcionarios y hasta exfacultativos me han contestado a la pregunta. Y todavía va el director general de la OMS, Tedros Adhanom, y dice que el mundo está al borde de una catástrofe moral por la gran desigualdad en el reparto de la vacuna. ¿Al borde? Ya firmaba yo porque nos hubiéramos quedado ahí.
