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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

El muestrario

Gobierno catalán revisará con los partidos la posibilidad de saltarse confinamiento municipal para ir a mítines

Fue hace nada cuando los no convivientes aún podían acercarse a papear el fin de semana. Como estaba solo renuncié a la siesta en una prueba de devoción extrema y me senté con los chavales a ver algo. Tras el habitual desasosiego por dar con una elección acorde, uno sentenció: «Deportes». Rebuscamos, acabamos en una serie que tiene sus hallazgos y elegimos un capítulo, aún por revisar, titulado «Cuando fuimos los peores». Es un recorrido por la reciente antigüedad en el que intervienen pioneros esforzados que en los ochenta pertenecían a un país al que le costaba un mundo salir del atraso y así desfila una internacional con 25 años en la absoluta de balonmano que siempre quedó lejos de cualquier logro, aquella nadadora que tenía que oír al final de las pruebas el extendido «al menos los nuestros no se han ahogado», un velocista negro «con marcas de blanco» según símil propio y otro corredor que, en su especialidad, recuerda que solo terminó dos carreras. Pocos días después, la primera noticia que bosó la radio nada más despertar fue que ese deportista nada frustrado por lo que después aportó llamado Adrián Campos había muerto. Lo cojas por donde lo cojas este tiempo te deja helado.

  Ahora que las limitaciones vuelven a recrudecerse para el común de los mortales, una de las primeras iniciativas del Govern tras subirse el telón electoral fue la de cargarse el confinamiento perimetral si se iba a un mitin lo que provocó que, a continuación, las formaciones en liza tuvieran que rogar que no se saltara. Es bien conocido que los conductores indepe del prucés muy centrados no es que se hayan mostrado nunca, pero una ocurrencia de este calibre deja a las claras dado los registros exhibidos que, el mencionado ramillete de vocacionales que dieron todo de sí en su época, los han adelantado por la derecha y por la izquierda ya que, con la ternura de sus testimonios, sí que ayudan a hacer una digestión de lujo. Con los «señoritos supremacistas», tal como los cataloga Muñoz Molina, es que no hay manera.

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