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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

Sonata de otoño

La patronal de los hoteles ya da por perdido también el próximo verano. La clave de si el sector aguantará es que la vacunación se haga bien para que tras el estío pueda reactivarse

Desolación. La avenida de La Alameda de Benidorm, que varios años ha aparecido en las estadísticas oficiales como la calle más transitada de España, en una imagen tomada esta semana, a media tarde.

Al inicio de esta pandemia, cuando aún nadie salvo los científicos parecía capaz de calcular el coste en vidas y haciendas que el virus salido de Wuhan iba a provocar en todo el mundo, algunas zonas turísticas quisieron cambiar el marchamo de los últimos años -«destino amigo»- por el de «destino seguro» o «libre de covid». Afortunadamente, las organizaciones empresariales más sensatas, y hasta la propia Agencia Valenciana de Turismo, cortaron de raíz aquello que muchos ayuntamientos se lanzaron a pregonar. Un año después, el mejor plan de ayudas que podría recibir el sector hotelero, sin cuyo concurso tampoco el hostelero saldrá del pozo y la economía de la Comunidad Valenciana, donde representa más del 15% del PIB, seguirá lastrada durante años; el más efectivo, digo, sería que el próximo otoño los hoteles pudieran poner en su puerta un cartel que diga: «Todos los empleados de este establecimiento están vacunados contra la covid».

No estoy hablando -sólo me faltaba- de alterar los protocolos sobre el orden de vacunación de la población. Pero sí de que quizá sea necesario revisar las estrategias que hasta aquí se han seguido: se trató de «salvar» el verano y luego se intentaron «salvar» los puentes y más tarde se quiso «salvar» la Navidad. Y estamos de nuevo -en general, no sólo en la Comunidad Valenciana, aunque a ésta le haya tocado en esta fase vivir la situación más terrible desde que la pandemia se inició- en la casilla de salida: con los contagios disparados, los hospitales a punto del colapso, las cifras de fallecimientos batiendo récords, los pícaros haciendo de las suyas... y la economía cayendo a dígitos que no se registraban desde la Guerra Civil.

Citaba aquí hace algunas semanas la reflexión que el exconseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, hacía en plena refriega de Mónica Oltra contra Ximo Puig por la estrategia contra el covid: hay que pasar -decía- de la «épica de los confinamientos» a la «épica de la vacunación». Han ocurrido demasiadas cosas inexplicables desde entonces, pero el principio es cada día más válido: sólo una buena estrategia de vacunación, en la que se ponga todo el foco pero que se diseñe con inteligencia y para la que se utilicen todos los recursos públicos y privados disponibles, puede hacer que la luz que decíamos ver al final del túnel cuando las farmacéuticas hallaron la clave de la inmunización no sea sólo un trailer que viene de frente.

Es cierto que el principio no ha podido ser más desalentador. Después de meses de hablar de las vacunas como del santo grial, cuando han llegado la logística para distribuirlas ha puesto en evidencia fallos de todo tipo y ni siquiera los protocolos para algo tan sencillo como inmunizar a aquellos que previamente se había acordado que recibirían las primeras dosis estaban bien elaborados, lo que ha permitido que se colaran los pícaros a los que antes nos referíamos, alcaldes, consejeros, concejales, militares con graduación, curas y obispos que, siendo una minoría, han hecho un daño terrible a la reputación de los propios colectivos a los que pertenecen. Y el fallo de la Unión Europea en este terreno ha sido clamoroso. A estas horas, el problema ya no es distribuir las dosis, sino que no hay suficientes, a pesar de que se negoció como gran potencia precisamente para poder competir con las grandes potencias. La UE, que supo en el primer momento responder unida y con acierto al enorme desafío económico que la pandemia suponía, no ha sabido sin embargo hacer frente de la misma manera al sanitario, y así estamos: peleando a estas alturas con farmacéuticas que recibieron dinero público para acelerar sus investigaciones y ahora pretenden exprimir en beneficio propio el resultado de la mayor colaboración global y público-privada que se había producido en la historia.

Pero hay que confiar en que Europa conseguirá finalmente ponerse en su sitio. Y en que conforme pasan las semanas, son más las vacunas de distintos laboratorios que son aprobadas. Es decir, hay que esperar que al final habrá las dosis suficientes, siquiera sea con retraso. La pregunta es, ¿están los gobiernos -y singularmente el nuestro- preparándose para cuando eso ocurra? Los antecedentes hacen temer que no. Y eso es lo que hay urgentemente que revisar. Diseñar estrategias que, parafraseando a Alcaraz, pongan el acento en la vacunación rápida, eficiente y masiva. Es lo que ha hecho Israel, lo que ha hecho Reino Unido, el primer y más importante objetivo que se ha fijado Biden al llegar a la presidencia de Estados Unidos. Vacunar, vacunar, vacunar como si no hubiera un mañana. Porque no lo hay.

Esta misma semana, la poderosa patronal hotelera Hosbec lanzó un durísimo comunicado contra la Generalitat por la falta de ayudas directas al sector, muchos de cuyos establecimientos no han podido abrir sus puertas desde 2019. Algunos podrían interpretar que la luna de miel que los hoteleros y Ximo Puig (que no el Consell) han vivido desde que el socialista llegó al Palau en 2015 se ha roto. Y aunque es verdad que el varapalo no ha sido pequeño y que la indignación de Hosbec es grande con unos planes que en su caso les dejan la única vía de los créditos del IVF, en muy buenas condiciones pero créditos al fin y al cabo, con solo una pequeña parte no reintegrable, la sangre todavía no ha llegado al río porque continúa actuando como dique de contención el secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, al que el sector sigue teniéndole un gran respeto y considerándole un aliado. Y también porque Hosbec -a la que frecuentemente se acusa de velar sólo por sus propios intereses, como si no fuera esa su razón de ser, sin reparar que los suyos, por su peso en la economía, son los de muchos- si algo ha demostrado como organización es un gran sentido estratégico. Tenía que salir a dar el bofetón y lo ha dado. Pero no es eso, las ayudas directas, lo que más les preocupa. Lo que los hoteleros necesitan es que el plan de vacunación coja velocidad de crucero de una vez por todas. En eso es donde se la juegan.

Los hoteleros son conscientes de que el verano próximo, como el anterior, está prácticamente perdido. Si se alcanzaran niveles de ocupación del 50%, como ocurrió en el pasado, se darían con un canto en los dientes, pero saben que no va a ser fácil. Aun así, la planta hotelera de la Costa Blanca, con los miles de puestos de trabajo directos e indirectos que mantiene, puede aguantar siempre que el sector siga manejándose con inteligencia, lo que es lo mismo que contenerse y no entrar en una competencia salvaje, en un mercado persa. No abrir todos los hoteles ni entrar en guerras de precios es fundamental. Pero para eso necesitan que en junio el Gobierno vuelva a prorrogar los ERTES hasta el otoño. Porque la clave de la supervivencia está ahí: en el otoño, no en el verano.

Si los planes de vacunación avanzaran como deben, en otoño todos los jubilados tendrían que estar inmunizados. Por tanto, no sería descabellado volver a poner en marcha los viajes del Imserso. No lo sería desde el punto de vista económico, pero menos aún lo sería desde el punto de vista de la salud física y mental. Después de más de un año bajo el miedo y obligados a una inactividad casi total, poder viajar sería una medida profiláctica. El programa del Imserso, suspendido lógicamente como consecuencia de la pandemia, no sólo debería reactivarse si todos sus posibles usuarios estuvieran vacunados, sino que tendría que aumentarse: el gasto de más que el Estado hiciera ahí se recuperaría con creces en términos de economía y salud.

Pero no sólo la Tercera Edad. Los ciudadanos quieren salir. Es lo que se detecta en todas las investigaciones en la red. Hay una bolsa de ahorro en las familias elevada por el menor gasto debido a los confinamientos y cierres de la hostelería y el comercio. Pero también hay una enorme preocupación por el futuro: con una caída del PIB como la que estamos sufriendo y tantas empresas zombies que cuando aminoren las ayudas pueden acabar en quiebras y despidos, es de suponer que todo el mundo va a ser muy cauto, incluso cuando la pandemia remita, a la hora de hacer gasto. Pero eso, a un destino como la Costa Blanca, muy equilibrado en la relación calidad-precio, puede resultarle una ventaja competitiva en el mercado nacional, más teniendo en cuenta que el turista español puede llegar hasta aquí sin necesidad de meterse en un avión.

La evolución de los principales mercados emisores en el exterior también puede jugar a favor. Que los británicos vayan ganando en la carrera de la vacunación puede tener complicadas lecturas políticas, pero no deja de ser positivo para la Costa Blanca. Volvemos al otoño: no sólo es necesario que ellos estén vacunados, también lo es que España se considere un destino donde la situación pandémica está bajo control. Y eso sólo se conseguirá poniendo todo el énfasis en la vacunación de la población. Lo mismo vale decir para otros países emisores, así sea Alemania como Rusia. E igual razonamiento puede hacerse para el turismo residencial, el que no pivota en torno a los hoteles sino alrededor de las viviendas de alquiler o compra vacacional, cuya aportación al PIB y al empleo es también enorme en Alicante.

Ayer la Comunidad Valenciana se convirtió en la región con más índice de contagios de la UE a pesar de las fuertes restricciones aplicadas. Febrero va a seguir siendo muy malo. «Estamos frustrados», decía una de las personas más brillantes con las que cuenta Hosbec. «Si le tengo que decir algo al Gobierno, sería: ¿Quiere ayudarme? Ponga vacunas. Pero no vemos que se esté planificando bien». Ese es el reto. Porque, al margen de las consideraciones sanitarias, si en la vacunación somos los últimos, en la recuperación tendremos que escalar una pared vertical. Y eso será mucho sufrimiento.

¿Ya eres inmune, campeón?

Confieso que ando algo despistado con la partida de ajedrez que el presidente de la Diputación, Carlos Mazón, y el alcalde de La Nucía y diputado provincial, Bernabé Cano, andan jugando. Lo último que hemos sabido es que el PP apoyará la moción de Cs en la Diputación en la que se pide la dimisión de Cano de todos sus cargos. ¿Y luego, qué? El PP cree que con eso bastará, como pensó que sobraba con suspenderlo «temporalmente» de sus competencias y al final ha tenido que rectificar y retirárselas sine die, pero no parece que vaya a ser así. El acta de diputado es de Cano, eso no lo discute nadie. Pero si no dimite, tal como su partido va a votar, ¿no debe el PP inmediatamente apartarlo del partido en cumplimiento de lo que él mismo ha votado? Un lío, que llevará a otro lío, si de aquí al día de autos Mazón no consigue que Cano haga voluntariamente mutis por el foro. Y una cosita en la que la curiosidad me puede: puesto que Cano se vacunó el día 6, ¿ha recibido la segunda dosis y ya es, además de impune, inmune? ¿Y la pareja feliz de alcaldes de El Verger y Els Poblets, estos socialistas? ¿Y el concejal de Benejúzar? ¿Y el alcalde de Rafelbunyol? ¿Y la concejal de Dénia que dimitió llorando pero no confesó a quién más, sin estar en el protocolo, se le puso la vacuna? En resumen: ¿se ha hecho lo que dijo el president y la consellera de Sanidad -no darles la segunda dosis- o lo que defendió la vicepresidenta y la secretaria autonómica, o sea, ponérsela? Puesto que públicamente se debatió, públicamente debería saberse en qué queda la cosa.

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