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Ni guion de Berlanga ni chiste de Eugenio

Los políticos, liberados sindicales y militares que se vacunan antes que el resto de los ciudadanos

Flixolé propone una película de Berlanga al mes para celebrar su centenario

“Érase una vez un general, un obispo, un consejero de Sanidad, una alcaldesa, unos liberados sindicales que saltándose el orden de prelación establecido y aprovechándose de sus cargos privilegiados y sin un átomo no sólo de ética, sino incluso de estética, se saltaron el orden establecido por las autoridades sanitarias con criterios sanitarios y se vacunaron antes de que les correspondiese…. “. No, no es este un argumento de una película de Berlanga o un chiste de Eugenio, sino un hecho real que demuestra que éste es un país de pícaros (parece ser que sólo en España e Italia ha ocurrido casos como estos). Y muchos de los que esperamos nuestro turno arriesgándonos en caer en las garras del covid-19 no dejamos de preguntarnos qué pensaran de ello los miembros de las Fuerzas armadas y Cuerpos de seguridad que colaboran y se arriesgan día a día en la lucha contra la pandemia. Cómo lo tomaran los miembros del estamento sanitario que luchan denodadamente en hospitales y quirófanos para salvar a los que caen en las garras de virus. O los ciudadanos de a pie que sufren y viven atemorizados en sus perimetrados municipios. O los trabajadores de los sindicatos que van a trabajar cada día con la amenaza de contagiarse de la enfermedad y dejar a sus familias en el desamparo. O, por fin, los fieles de la Iglesia católica que oyen todos los domingos predicar a sus pastores de la práctica de la caridad con sus semejantes y asisten a la misa dominical con la amenaza del contagio. Seguro que todos ellos no lo consideran una anécdota y habrán quedados asombrados oyendo los argumentos auto exculpatorios de los autores del abuso. Lo que cualquier niño con mínima capacidad de reflexión identificaría como un comportamiento al margen de cualquier criterio ético positivo y como excusas inaceptables y lloros de caimán algunas de las manifestaciones de disculpa de los egoístas vacunados. Tanto más cuando por sus altos cargos serían ellos los que tendrían que dar ejemplo a todos los demás ciudadanos. Desde luego, no hay ninguna clase de disculpa para tales comportamientos. Hay quien, como ha hecho el señor alcalde de Madrid, quien ya nos tiene acostumbrados a algunas de sus peregrinas declaraciones, ha pretendido plantearse la cuestión de la pertinencia o no de que los altos cargos del Estado deberían de tener prelación en la vacunación por el vacío de gobernabilidad que pudiera causar su ausencia por efectos de la enfermedad. Como si el sistema democrático no tuviera los medios establecidos para cubrir por la elección democrática correspondiente o el mecanismo legal establecido para la sustitución de los puestos vacantes. ¿Han cometido los perpetradores del abuso vacunal algún ilícito penal? La fiscalía correspondiente debería examinar tal posibilidad y actuar en consecuencia. En la opinión de muchos ciudadanos, entre los que me encuentro, al menos debería negárseles la dispensación de la segunda dosis hasta que les correspondiera por el orden de prelación establecido. Desde luego, sería un error valorar este abuso como una anécdota más, sino tomarlo como un hecho inmoral y punible.

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