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Rafael Jorba

En clave democrática

Se imponga el eje ideológico o el identitario, todos los partidos deberán respetar los resultados y las reglas de juego: lealtad institucional e imperio de la ley

14F.- El debate de RTVE con los principales candidatos de las elecciones catalanas, el más seguido en La 1 desde 2015

¿En qué clave votarán los electores catalanes el 14-F? ¿Lo harán en clave de gestión o en clave ideológica? La respuesta la darán las urnas. Entre tanto, el dilema no se plantea tanto entre la gestión y la ideología, que puede expresarse en las distintas propuestas programáticas de los partidos, sino entre ideologías y creencias. Las ideologías, traducidas en programas electorales, pueden ser transaccionables; las creencias, regidas por emociones, son innegociables.

Marcel Proust, en 'Du côté de Chez Swann', lo expresaba así: "Los hechos no penetran en el mundo donde viven nuestras creencias, no las han hecho nacer ni las destruyen; pueden infligirles los desmentidos más constantes sin debilitarlas, y una avalancha de desgracias o enfermedades sucediéndose sin interrupción en una familia no la hará dudar de bondad de su Dios o del talento de su médico". La era de la posverdad, ha reforzado esta clave emocional: no importan tanto los hechos como la percepción que tenemos de ellos.

 En este contexto, con el telón de fondo del auge de los populismos, el eje ideológico-programático ha sido desplazado por el eje identitario-emocional. En el caso de Catalunya, la tensión identitaria y la carga emocional del ‘procés’ y del ‘antiprocés’ trastocaron el mapa político y fracturaron la sociedad. El resultado ha sido la parálisis institucional, reflejo de una Catalunya empatada consigo misma. La víctima transversal ha sido el catalanismo, que ha dejado de ser el común denominador, y la quiebra del consentimiento social.

Cuanto mayor ha sido la tensión emocional, más el eje identitario ha prevalecido en las urnas. Así, en los momentos de más carga plebiscitaria -las elecciones catalanes del 27-S del 2015 y las del 21-D del 2017- el bloque independentista cosechó la mayoría de escaños en el Parlament y alrededor del 48% de los votos. La paradoja colateral: por primera vez desde el restablecimiento de la Generalitat el primer partido de la oposición (2015) y el primer partido del país (2017) no formaba parte de la tradición catalanista.

 ¿Servirá el 14-F para pasar página? ¿La gesticulación dará paso a la gestión para afrontar la crisis sanitaria y el tsunami social provocado por la pandemia? ¿Se superará la unilateralidad de unos y el inmovilismo de otros? ¿Se retomará la senda del diálogo, la negociación y el pacto? La respuesta está en manos de los electores: determinarán con su voto la composición del nuevo Parlament y la posibilidad de que la política catalana salga de la rueda de hámster en la que está instalada.

Sin embargo, en cualquiera de los escenarios, se imponga el eje ideológico o el identitario, todos los partidos deberán aceptar la clave democrática, es decir, el respeto de los resultados y de las reglas de juego: lealtad institucional e imperio de la ley. Catalunya necesita reencontrarse. No será posible mientras existan políticos presos. La contrapartida, sin embargo, debe ser también muy clara: renuncia a la unilateralidad, respeto a la división de poderes y salvaguarda del pluralismo; también en el servicio público audiovisual de la Generalitat.

No voy a perder una línea en la letra pequeña, teñida de hispanofobia, que ha aflorado en las redes sociales. Es el epifenómeno de un problema nuclear: la hoja de ruta del ‘procés’, antes de los plenos del 6 y 7 de setiembre del 2017, atentaba contra las reglas de juego. "El Parlament insta al futuro Govern a cumplir exclusivamente las normas y mandatos emanados de esta Cámara" (Resolución sobre el inicio del 'procés'). "Las leyes de desconexión no son susceptibles de control, suspensión o impugnación por parte de ningún otro poder, juzgado o tribunal" (Conclusiones de la comisión del Procés Constituent). Sin contrapoderes: ni catalanes ni españoles ni europeos ni internacionales.

La entrada de la extrema derecha en el Parlament obligará a ser escrupulosos en las formas y en el fondo. Repito: se imponga el eje ideológico o el identitario, todos los partidos deberían actuar en clave democrática. Entre tanto, una triple receta de Joe Biden para la campaña electoral: "Debemos dejar de gritarnos". "Tenemos que rechazar la cultura en la que los hechos son manipulados, incluso fabricados". "No nos guiaremos por el ejemplo de nuestro poder sino por el poder de nuestro ejemplo".

 

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