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Eladio Aniorte

Tan cerca y tan lejos

infraestructura del trasvase Tajo-Segura en la comarca de la Vega Baja. | TONY SEVILLA

Comenzamos el año con no buenas noticias para el sector agroganadero de la provincia de Alicante. Las nuevas restricciones para tratar de frenar el avance de la pandemia vuelven a dar de lleno en el corazón del sector productor de alimentos. Con el cierre de la hostelería y la práctica inexistencia del turismo, nuestro entramado ganadero se enfrenta a pérdidas que pueden rondar los dos millones de euros. Asimismo, está por ver el desarrollo de campañas de productos agrícolas que dependen directamente del consumo en restaurantes y hoteles, como el aceite, el vino, la patata, la cebolla…, pero ya se intuye que no serán favorables. Por si esto fuera poco, el Gobierno de España, lejos de apoyarnos y establecer medidas que, al menos, nos ayuden a mantenernos a flote hasta que todo esto pase, ha decidido volver a escribir un capítulo más de imposición, deslealtad y juego sucio y a darnos de lleno en nuestro talón de Aquiles, el agua.

Y es que, ahora que la borrasca Filomena a su paso por España venía a dar un remanso de tranquilidad a los regantes del Tajo-Segura, dejando los embalses de cabecera del Tajo, cuyo umbral mínimo para autorizar el trasvase está situado en 400 hectómetros cúbicos, con 700 hectómetros, nada más y nada menos que 70 hectómetros más que en la misma semana del 2020, con el nuevo recorte correspondiente al mes de enero ha quedado al descubierto la estrategia de este Gobierno con respecto al futuro del acueducto.

Se trata de una decisión grave en su forma, pero más en su fondo. En su forma, porque encontrándonos en Nivel 3, podría autorizarse un trasvase de hasta 20 hectómetros cúbicos y no se está haciendo, a sabiendas de que este aporte de agua es vital para mantener la producción de frutas y hortalizas frescas en el arco mediterráneo. Y en su fondo, porque la titular del Ministerio para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, quien tiene la última palabra en el volumen a transferir, ha sentado un precedente que no había hecho ningún otro político. Y es desoír a su propio equipo de técnicos que forman la Comisión de Explotación de forma sistemática, volviendo a teñir el agua de ideología, recortando sin justificación técnica los trasvases mensuales en una sucia artimaña por acabar por la puerta de atrás con el trasvase por la vía de su inutilización. Y no. No es la primera vez. Esta forma de proceder, autorizar menos cantidad de la permitida, se va convirtiendo en práctica habitual de Transición Ecológica.

A la vista está que el hecho de que haya o no agua en los embalses de cabecera poco le importa. Antes no se nos daba porque las reservas se acercaban al límite mínimo trasvasable. Ahora que hay agua, no se nos da por “precaución”.

Pero ya que se ampara usted en la cautela a la hora de decidir los trasvases que autoriza, debería saber que por precaución de que este país pueda seguir siendo agroalimentariamente autosuficiente, como ha demostrado durante todo este año, sin tener que depender de terceros, como ha ocurrido con las mascarillas, los respiradores y ahora las vacunas… debería, como mínimo, ceñirse a las recomendaciones técnicas que avalan que las transferencias pueden ser más abundantes.

Por otro lado, y por competencias, me gustaría referirme al señor presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig ¿Dónde está usted cuando se produce semejante atentado contra sus regantes? ¿Hasta cuándo va a seguir de perfil, murmurando con la boca pequeña que el trasvase es insustituible como si estuviera memorizando las tablas de multiplicar? ¿A qué espera para plantarse en Madrid y decir basta a este expolio injusto e ilegal de un agua que nos pertenece y del que llevamos años sufriendo bajo la mano de hierro de su compañera de partido, Teresa Ribera? Ayer mismo tuvo una ocasión sin igual, durante su trayecto en el AVE Orihuela-Elche-Madrid, de exponer al presidente Pedro Sánchez su malestar ante estas decisiones. Pero, una vez más, decidió omitir este problema y no molestar a su “jefe”, en vez de defender a sus conciudadanos. Lo que demuestra su desidia, inmovilismo e inoperancia y que el problema del agua no forma parte ni de sus prioridades ni de su agenda. Es triste, pero políticamente vende más que ha llegado el AVE, que ha llegado el agua.

Pocas veces nos vemos en la situación en la que los embalses de cabecera del Tajo se encuentren con un colchón trasvasable de más de 300 hectómetros cúbicos, es decir, agua para todo un año a razón de 20 hectómetros cúbicos/mes. Pocas veces podemos planificar las cosechas sin la incertidumbre de si el mes que viene habrá trasvase o no. Pero lo cierto es que hasta la llegada de este Gobierno nunca habíamos tenido la extraña sensación de disponibilidad de agua tan cerca y, a la vez, tan lejos.

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