Es un día nublado. Nublado afuera y nublado adentro. Y eso es raro en Benidorm.

En su antología titulada Jardín nublado, el poeta y premio Cervantes Francisco Brines escribe: «La ausencia que precede y la que sigue conforman nuestro ser, pero el presente se sabe luminoso en ocasiones». Esa luz, esa luminosidad personal que lo hizo ser tan querido, fue Agustí Navarro.

Se ha ido Agustí. La noticia duele mucho. Como un gesto inevitable de incipiente nostalgia, miro el teléfono. Su último mensaje es del 12 de diciembre. «President, amic: després de l’acte acadèmic del meu fill em trobe fatal, em sap greu. En un altre moment ens saludarem. Gràcies per tot el que estàs fent per Benidorm». Su última palabra, su último pensamiento, fue Benidorm.

Su último recuerdo lo guardo como un fetiche. Es un décimo de lotería que me regaló por Navidad –a través de Rubén– aquel día de diciembre en que yo estaba en la capital de la Marina Baixa. El décimo no tocó. La lotería fue conocerlo a él.

Si tuviera que resumir su personalidad en dos palabras, la primera sería una virtud clásica: la lealtad. Lealtad a las personas, a los amigos, a las ideas, a la tierra, al país, a Benidorm. A Benidorm: ese fue el motor de su vida, su gran pasión. La segunda palabra sería coraje. Una fortaleza admirable desde siempre. Le nacía de las entrañas. Coraje ante las dificultades de la enfermedad, como demostró en un escrito del pasado verano que, releído hoy, encoge aún más el corazón. Coraje también en su gestión como alcalde, con la acertada convicción de ir siempre más allá de las fronteras partidarias. De mirar, desde la máxima cercanía, por su ciudad y sus vecinos.

Se ha ido a los 59 años Agustín Navarro Alvado, alcalde de Benidorm entre 2009 y 2015. Así quedará en la hemeroteca de esta jornada tan triste. Sin embargo, para la memoria colectiva, esa que trasciende la superficie y mira con hondura, el titular será otro: Se ha ido Gostinet, el fill de Tonico y María Dolores, el nét de la Valora, el marido de Olga, padre de Elena, Pablo y Dídac, y abuelo de Óscar. Se ha ido Agustí, ese hombre valiente y leal que en su mente soñadora seguía jugando, como cuando era niño, por las calles de Sant Geroni y de Pescadors del seu estimat Benidorm.

Se ha ido un amigo. Y el cielo está nublado. Pero mañana, con la luminosidad eterna de Agustí y su lección de coraje, el sol volverá a Benidorm.