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Doménec Ruiz Devesa

Europa a través del espejo

Domènec Ruiz Devesa

Coronavirus: en defensa de la Estrategia Europea de Vacunación

Coronavirus.- Más de 142.000 andaluces han recibido las dos dosis de la vacuna

La vacuna contra el coronavirus, elemento esencial pero no único en la estrategia para erradicar la pandemia, es un bien público global, por lo que solo será efectiva si se inmuniza al conjunto de la humanidad. Se trata además de un esfuerzo económico y logístico sin precedentes, ya que se trata de vacunar al conjunto de la población, lo que no es el caso con las campañas tradicionales, que se focalizan en la infancia (polio, rubeola, etcétera) o en la tercera edad (gripe estacional).

En este sentido, la Unión Europea (UE) ha desarrollado un papel fundamental en la dimensión sanitaria de la pandemia de la Covid-19, tanto a nivel europeo como internacional. La UE ha puesto en común tanto la autorización de las diferentes vacunas, como su compra y distribución a los Estados Miembros, dando un paso adelante esencial en la construcción de una unión sanitaria beneficiosa y equitativa para toda la ciudadanía europea. Igualmente, la Comisión ha participado en la creación del Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19, COVAX, con la finalidad de garantizar el acceso a las vacunas para todo el mundo, y no solo para los países desarrollados, junto con la Organización Mundial de la Salud.

Sin embargo, en los últimos días se han escuchado muchos ataques contra la estrategia europea de vacunación, incluso llegándose a plantear, por algunos columnistas anglosajones, la dimisión de la Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a cuenta del incumplimiento contractual de la farmacéutica anglo-sueca AstraZeneca, pero también por empezar la campaña más tarde que el Reino Unido. Ciertamente todo es mejorable, sobre todo cuando la UE está actuando en un campo del que tradicionalmente se han ocupado, casi en exclusiva, los Estados Miembros, pero el valor añadido europeo en la gestión de este reto colosal es difícilmente cuestionable. Veamos las distintas dimensiones de la estrategia para su correcta evaluación.

Hasta la fecha, y bajo la supervisión de la Agencia Europea de Medicamentos (AEM), se han autorizado el uso de las vacunas BioNTech-Pfizer, Moderna y, el 29 de enero de 2021, AstraZeneca, para combatir la Covid-19. La UE, al contrario que el Reino Unido que aprobó el uso de la primera vacuna en 24 horas, ha priorizado la seguridad y la comprobación y revisión minuciosa de los datos, pues se está inyectando una bacteria activa en una persona sana, lo que supone una elevada responsabilidad, y de ahí la diferencia en el ritmo de vacunación. Gran Bretaña también ha aumentado los días entre la primera y la segunda inyección, en contra del protocolo, con el fin de acelerar su campaña.

En lo que respecta a la financiación para el diseño y producción de las vacunas, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) aportó 100 millones de euros ya en junio de 2020, para ayudar a los ensayos y a la fabricación de la ideada por la farmacéutica alemana BioNTech para la multinacional estadounidense Pfizer, la primera en distribuirse. En septiembre de 2020, se destinaron otros 660 millones de euros del presupuesto comunitario para financiar la investigación de tratamientos, pruebas, vacunas y prevención de la propagación del virus. Además, el Instrumento de Ayuda de Emergencia (IAE) ha contribuido con un total de 2.700 millones de euros para pagos adelantados (son los Estados miembros quienes pagan en última instancia las dosis). Con esta inédita central de compras se garantizaba que todos pudieran acceder a comprar las dosis de vacunas necesarias en un plazo y precio determinados, en condiciones de igualdad. Mediante la firma de los “Acuerdos de Compra Anticipada”, para así asegurar el suministro suficiente para los 27 y también las posibilidades de ayudar a terceros países necesitados.

Pero el problema no es tanto el dinero sino la producción suficiente de las vacunas. ¿Por qué se firmaron más tarde los contratos de la UE que los de Reino Unido y Estados Unidos, lo que parece haber afectado a la rapidez y cantidad del suministro? Primero, había que poner de acuerdo a los Veintisiete, quienes ostentan competencias sanitarias casi exclusivas. Inicialmente se formó la Alianza de Vacunas Inclusiva, en junio de 2020, compuesta por Alemania, Francia, Italia y Países Bajos, que alcanzó un primer acuerdo con la empresa AstraZeneca hasta 400 millones de dosis de la vacuna de la Universidad de Oxford. Esta iniciativa inquietó al resto de Estados Miembros. Finalmente, la Unión logró que la Alianza le cediera el liderazgo en la adquisición de las vacunas en favor de los 27, evitando así una competición intra-europea de consecuencias nefastas, y también heredó el pre-acuerdo con la citada multinacional. En segundo lugar, dedicó tiempo a negociar, consiguiendo mejores condiciones en cuanto al precio unitario por dosis, y sin eximir por completo a las farmacéuticas de responsabilidad legal.

Con BioNTech se pactaron hasta 700 millones de dosis con posibilidad de aumentar hasta 300 millones más. Respecto a Moderna, la Unión aseguró hasta 240 millones de dosis. Con la empresa anglo-sueca, AstraZeneca, caracterizada por usar una tecnología convencional y transporte menos complejo, la Unión acordó una compra equivalente a 300 millones de dosis, con opción a comprar 100 millones más. De la belga, Janssen Pharmaceutica (filial de la corporación norteamericana Johnson&Johnson), la Comisión se aseguró la compra de 200 millones de dosis, con opción de compra de 200 millones más. Finalmente, la Unión pactó con la alemana, CureVac, la compra de 225 millones de dosis, con opción a solicitar hasta 180 millones de dosis más.

Con todo, ha habido serias dificultades en las entregas. Pfizer-BioNTech redujo temporalmente la producción para mejorar su planta en Bélgica y así permitir una mayor producción para el segundo semestre, incluso más elevada de lo pactado inicialmente. La Presidenta de la Comisión informó en una entrevista en “El País”, el pasado 2 de febrero de 2021, que Moderna y BioNTech se han mantenido, mayoritariamente, con lo acordado.

Sin embargo, el principal conflicto es con AstraZeneca. La empresa anunció el 22 de enero de 2021 la imposibilidad de entrega del volumen anunciado con una reducción inicial de hasta el 75% de la cantidad pactada generando un gran desconcierto y poniendo en cuestión el plan de vacunar al 70% de la población europea antes del otoño del año en curso. La empresa alegó problemas que no concretó ni demostró, aprovechándose de la opacidad de los contratos. A pesar de incumplir en tres cuartas partes el volumen a suministrar, el director ejecutivo de AstraZeneca, Pascal Soriot, aseguró que la empresa estaba haciendo su mayor esfuerzo, tal y como estaba previsto según él, en el contrato y que el Reino Unido tenía preferencia por haber firmado otro contrato con anterioridad. Además, el ejecutivo no dijo nada sobre el primer acuerdo con la Alianza Inclusiva que precedió a la central de compras europea.

La Comisión procedió, entonces, a publicar partes del contrato con la farmacéutica el pasado 29 de enero de 2021 para demostrar que AstraZeneca sí tiene una obligación contractual no condicionada al suministro preferente al Reino Unido. Es decir, cuando se firmó el contrato en agosto 2020, con un prepago de 336 millones de euros, AstraZeneca no incluyó en el mismo, ninguna referencia a otra obligación contractual previa que condicionara el cumplimiento de lo pactado con la Comisión. En segundo lugar, en el Acuerdo constataba que los centros de fabricación situados en Reino Unido también quedaban afectados para cumplir con los pedidos de la UE.

Por último, la Comisión ha establecido un sistema de control de exportación de las vacunas a terceros países. Se trata de detectar a dónde van las vacunas y de bloquear envíos internacionales, desde los Estados miembros, si todavía no se ha cubierto lo pactado con la Unión. Asimismo, el presidente del Consejo Europeo ha aludido a la aplicación del artículo 122.1 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea que permitiría a la Unión tomar medidas extraordinarias ante problemas de suministro, incluyendo requisar la producción europea de AstraZeneca o cualquier otra empresa.

Todo ello sin descartar acciones legales contra AstraZeneca si sigue sin cumplir con sus obligaciones contractuales, aunque, tras la presión, ejercida ha anunciado que suministrará al menos el 50% de lo pactado inicialmente (claramente insuficiente). En todo caso, la prioridad de la UE ahora mismo es incrementar la capacidad industrial, potenciar centros de producción europeos y disponer de las segundas dosis. Además, se están detectando distintas alteraciones del virus, por lo que seguramente será necesario financiar el diseño y producir nuevas versiones de las vacunas. Algo en lo que la Comisión ya está trabajando.

Todo esto se ha logrado a pesar de la limitada competencia europea en sanidad. Así como los ejecutivos de los Estados Unidos o Reino Unido tenían capacidad plena de intervención e interlocución con las farmacéuticas, en la UE había que poner primero de acuerdo a 27 ministros de sanidad. Llama, eso sí, la atención que, a pesar de todos estos esfuerzos, el logo de la Unión no haya aparecido en absoluto ni en los vehículos ni en las cajas que llevan las vacunas a los ciudadanos europeos en las imágenes reproducidas en los medios y redes sociales. Un error de bulto que no han cometido ni China ni Rusia, expertos propagandistas. En todo caso, la Unión Sanitaria Europea, propuesta ya en marzo de 2020 por los socialistas españoles del Parlamento Europeo, pero no anunciada por la Comisión hasta noviembre, debe servir para reforzar las competencias sanitarias de la UE y centralizar la toma de decisiones ante futuras amenazas.

Por último, en la dimensión internacional, hay que destacar que la UE ayudó a recaudar 8.000 millones de dólares destinados a la investigación de la vacuna, con la celebración de una conferencia internacional en mayo de 2020. Pero desgraciadamente la iniciativa COVAX no está logrando suministrar dosis a los países en vías de desarrollo. Tampoco ha logrado proveer dosis de Pfizer ni Moderna en los Balcanes Occidentales. Países, como Serbia, Montenegro o Bosnia Herzegovina, entre otros, se han visto obligados a recurrir a las vacunas Sinopharm (China) o Sputnik (Rusia). Europa tampoco debe consentir el fracaso geopolítico que supondría ser incapaz de ayudar a los países europeos candidatos a la adhesión.

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