Hay televisión zafia que se puede medir a peso, como la basura: por quintales o por toneladas. Por desgracia, se cuela como Pedro por su casa por las parrillas de las cadenas más vistas y arrasa en audiencia. Después está la televisión exquisita, la que no sólo no ofende, sino que reconcilia con el medio. Es, en definitiva, la que uno esperaría ver cuando sintoniza con los canales de la televisión pública, pero dado que La 1 hace mucho tiempo fue asolada por los mercaderes, es misión imposible. Por lo que estos programas andan escondidos en cadenas alternativas, que los estrenan a cuentagotas.
Es el caso de Jardines con Historia, o cómo quitarnos el complejo de inferioridad después de que los canales de viajes nos mostrasen centenares de documentales extranjeros centrados en esta temática. Lo que ha hecho Sonia Tercero Ramiro, avezada directora, es un prodigio de buen gusto. Lo mejor que puede decirse de las trece entregas de la serie es que un primer visionado sabe a poco, y que hay que verla como mínimo dos veces para saborearla en toda su plenitud. Las piezas dedicadas a La Alhambra y al Generalife, al Palacio de Aranjuez o al Chillida Leku fueron como para levitar. A punto de emisión está la del Huerto del Cura de Elche.
El presentador-conductor de cada episodio es el arquitecto Arturo Franco, que pasea por esos escenarios de ensueño al tiempo que dialoga con algunos de esos sabios que aportan conocimiento y datos de enjundia. El acompañamiento musical, el buen uso de los drones y una fotografía impecable aconsejan ver esta serie en una televisión grande y de alta definición. Un verdadero privilegio para los sentidos.
