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Antonio Balibrea

La corbata y la moda pospandemia

Imagen de archivo de una corbata.

He leído que la firma de productos de lujo Loewe -ahora en la multinacional francesa LVMH- ha descatalogado la venta de corbatas por la falta de demanda. Si eso incluye lazos y pajaritas, mi amigo Carlos tiene un problema para encontrar nuevos complementos a su estilo de vestir. Luis XIV de Francia se empeñó en lanzar la corbata como auténtico distintivo de clase y ahora no tiene demanda como artículo de lujo. Esta semana también los diputados maoríes, minoría indígena de Nueva Zelanda, han exigido que no sea obligatoria para sus señorías en el Parlamento de Nueva Zelanda, por ser un exponente de la época colonial. Si la indumentaria servía inicialmente para proteger el cuerpo de las variaciones medioambientales, la actual moda tiene además un contenido comunicativo de excepcional calado social, y es un soporte para transmitir mensajes. Cada terremoto social refleja su moda. La indumentaria, con la ornamentación, se convierte en portavoz de la cultura de los pueblos y del lugar en la escala social.

Desde la túnica en Egipto, para hombres y mujeres, hasta la toga Romana, símbolo de rango. La misma toga que usa el magistrado Luis Ángel Garrido, del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Él, que menosprecia a los epidemiólogos por sus medidas “medievales”. Su indumentaria es costumbre que imita, no a los contemporáneos como la moda, sino al pasado imperial romano. Es su estilo de vestir y de mandar. El vestido es un signo de distinción social y poder, sirvió inicialmente para cubrir la desnudez. Incluso en algunos casos todavía para la desnudez mental y la tribulación.

En la Edad Media estaban los que llevaban hábitos, uniformes de combate, y las vestimentas correspondientes a oficios y gremios. Con el Renacimiento aparece la “moda”, propiamente dicha. Los vestidos de las nuevas fortunas burguesas compiten con la nobleza. Con la revolución francesa irrumpen los “sans-culottes” las clases populares revolucionarias, que cambiaron los calzones -calzas o polainas- y pusieron de moda los pantalones amplios y largos, similares a los actuales. También se aceleran los cambios en las formas de vestir diferenciando los vestidos masculino y femenino de forma significativa. Subrayando la sexualidad como mensaje: ajustando caderas, levantando pechos o marcando con almohadillas el tórax de los hombres, o inventando la bragueta.

Con la producción industrial, particularmente la imprenta, y los medios de comunicación se animó el desarrollo del textil y el calzado y los diseños formales, de los tejidos y las texturas. Especialmente los medios audiovisuales generalizan la moda con un sentimiento de igualdad manifestado en el “prêt a porter”, que es tanto para hombres como para mujeres. Incluso la moda unisex.

Las revueltas del mayo del 68 francés fueron un exponente del movimiento antimoda con sus propias normas, reglas y estética. Pero también es la integración de los jóvenes con su propio lenguaje en el mundo del diseño y de la moda. El mayor exponente fue el pantalón vaquero. Todavía estoy pensando porque los pantalones desgastados requetelavados cuestan más caros que los nuevos, cuando me encuentro con los rotos y deshilachados que todavía se venden a un precio superior. Los pantalones descoloridos son un indicio de que han trabajado mucho, quizá un estilo imitando a los trabajadores. Con la crisis los pantalones se llevan rotos y deshilachados, y son un exponente a partir del 2008, sugiero yo, de la crisis económica. Si, de chaval, llego a mi casa con los pantalones así, me toca quedarme en casa mientras mi madre me ponía unas hermosas rodilleras o el correspondiente retal, parche, o primoroso zurcido.

La Comunidad Valenciana, dice el INE y los entendidos, es la más importante en la industria de la moda en España, tanto el número de empresas como de trabajadores en textil, confección, cuero y calzado. Hasta 2019 crecía y con el covid-19 ha caído un 20%. Es la crisis económica. El covid con las exigencias medioambientales y sociales que trae ha lanzado las compras online -también las reventas y los arreglos-, y cuatro temporadas parecen muchas. Con el confinamiento doméstico se impone lo práctico, cómodo y funcional. El cuidado personal -casi narcisista- ha llevado las vestimentas y el calzado deportivo, incluso ropa deportiva como las mallas -leggings, que dicen algunos- a las reuniones y actos sociales. Será la moda post pandemia. Quizá en unos años se llevarán mascarillas, aunque ya no sea obligación, nos las pondremos por moda. Igual hasta nos convencen. Eso sí, sin corbata.

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