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Mercedes Gallego

Por el forro de la sotana

Les confieso que estoy asistiendo atónita a la procesión de obispos, arzobispos eméritos, canónigos ¡y hasta del secretario particular de un prelado con solo 46 años! que no han reparado en hacer trampas para vacunarse contra el covid. Yo, que siempre había creído que los santos padres de la Iglesia venían a ser algo así como el capitán y la orquesta del Titanic juntos, que anteponían la salvación de sus ovejas a la suya propia y que su reino, además, no era de este mundo, resulta que los hay que no han tenido problema en pasarse todos sus mandamientos por el forro de la sotana para, antes que la vida eterna, asegurarse la terrenal. Con la incertidumbre que ese mensaje debe acarrear a los creyentes.

Un panorama que añade un toque de desolación al ya devastado escenario en que nos encontramos y que echa por tierra aquello de que de esta íbamos a salir mejores, que se repitió como un mantra durante la primera ola. Mejores está claro que no, pero listos, un rato.

Para que la cúpula de la Diócesis de Cartagena pudiera tener acceso a los viales fuera de turno se falsearon documentos que les situaban como capellanes de un centro de mayores desde hacía más de un año cuando no lo han sido nunca. Algo parecido a lo del obispo de Mallorca, aunque él no necesitó papeles pero sí pegarse al personal sociosanitario de un geriátrico para arrimar el brazo. O el de Orihuela-Alicante y dos de sus acólitos, que también pasaban por allí cuando les cayó la vacuna encima. ¡Vaya por Dios!

Pero, por encima de los fieles, quienes seguro que peor lo deben estar pasando con este lamentable espectáculo son los negacionistas. Si quienes predican la inmortalidad se comportan así, yo de ellos me iba calzando la mascarilla.

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