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Joaquín Rábago

Jefes de gobierno tecnocráticos

Mario Draghi.

Resulta preocupante la tendencia a recurrir a tecnócratas no elegidos en las urnas para que intenten formar gobiernos donde antes han fallado estrepitosamente los partidos políticos.

No deja de ser un fracaso de la democracia: es sobre todo culpa de la incapacidad de los partidos para algo imprescindible en ese sistema de gobierno como es la capacidad de pacto, el compromiso.

Lo vimos ya en Italia hace nueve años con el ex presidente de la Comisión Europea Mario Monti, a quien, pese a no haber sido elegido en las urnas, se encargó formar gobierno, y volvemos a verlo ahora también allí con el ex presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi.

Esta vez la culpa la tuvo sobre todo el ambicioso e intrigante ex líder del Partido Democrático, Matteo Renzi, que no estaba de acuerdo con el plan del Gobierno de Giuseppe Conte para el reparto de los fondos europeos y retiró a su nuevo y minúsculo partido, Italia Viva, de la coalición.

Renzi incluso se jactó de los efectos de esa maniobra, manifestándose discípulo aventajado de Maquiavelo, como él, florentino: “Empezamos la legislatura con la victoria de los partidos antieuropeos y la terminamos con (el europeísta) Mario Draghi presidiendo el Consejo”.

El encargo que hizo a Draghi el presidente de Italia, Sergio Mattarella, en vista de los continuos desacuerdos de los políticos electos, es un intento desesperado de salvar la estabilidad del país en un momento de doble crisis: económica y sanitaria.

Para sus partidarios, Draghi es algo así como Superman -de hecho, le llaman “superMario”-, y un ejemplo para la eternamente dividida clase política italiana; para sus detractores, el ex presidente para Europa de Goldman Sachs es sólo el representante de las elites financieras globales.

Sea como fuere, el hecho es que en un país donde la política es un continuo torbellino, Draghi ha concitado de momento el apoyo de todos los partidos, desde los populistas de la Lega, Cinque Stelle o Forza Italia, del incombustible Berlusconi, hasta los socialdemócratas, con la única excepción del postfascista Fratelli d´Italia.

Draghi puede tenerlo en cualquier caso más fácil que en su día Mario Monti: éste asumió el poder en un momento en el que el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional y la Comisión imponían “reformas” draconianas a los socios comunitarios: acordémonos de los sufrimientos de los griegos.

Hoy el contexto nacional e internacional es distinto, y como declaró el ex primer ministro italiano con el Partido Democrático y actual comisario europeo Paolo Gentiloni al Financial Times: “La misión de Monti fue de rescate, ahora se trata de una misión destinada a no desperdiciar una oportunidad histórica”.

“Estoy seguro, agregó Gentiloni, que (Draghi) hará uso de su extraordinaria experiencia y su firme liderazgo para que ocurran cosas. Conoce muy bien los cuellos de botella, las dificultades, los retos que supone llevar a cabo reformas en Italia”.

Italia es, por ejemplo, un país que, según un estudio llevado a cabo en 2018 por el Consejo de Europa, los conflictos comerciales tardan en resolverse una media de 514 días, más, por ejemplo, que en Malta o Turquía.

Según Lucrezia Reichlin, profesora de la Escuela de Negocios de Londres y ex jefa de investigaciones económicas del Banco Central Europeo, Draghi tendrá que resolver “la incapacidad estructural del país para gastar dinero, algo que depende de la capacidad de tomar decisiones, emprender procesos transparentes y llevar a cabo auditorías”.

Según el citado diario británico, Italia tiene, junto a España, una de las peores trayectorias en lo que se refiere al gasto eficiente de los fondos estructurales que recibe de la UE.

España sólo había conseguido gastar un 36 por ciento de esos fondos para finales del año pasado mientras que Italia lo hizo algo mejor, con un 43 por ciento, frente al 81 por ciento, por ejemplo, de Finlandia.

De ahí la imperiosa necesidad, se le ocurre a uno, de que los Gobiernos ofrezca la mayor transparencia sobre el destino del dinero que recibirán del Fondo de Recuperación de la UE: algo más de 140.000 millones de euros en el caso de España y casi 173.000 millones, en el de Italia.

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