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Vicente Magro Servet

La mascarilla es protección para todos

Mascarillas higiénicas.

Una de las cosas sobre las que más consenso hay, aunque al principio hubo sus divergencias sobre la necesidad obligatoriedad de imponerla, es el uso de la mascarilla. Y es que al comienzo de la pandemia se optó por dejar a la libre voluntad de los ciudadanos el uso de este instrumento protector que siempre habíamos visto usar a ciudadanos de China y Japón, y que se ha demostrado que está siendo una pieza esencial para evitar una mayor propagación del virus. Pero las evidencias y opiniones científicas han demostrado que si hay algo eficaz para luchar contra él con una respuesta inmediata, sencilla y barata es utilizar medidas de autoprotección que supongan evitar el contagio, y, al mismo tiempo, evitar que el contagiado lo haga a los demás.

Se trata con el uso de la mascarilla no solamente de una medida de autoprotección, sino de responsabilidad individual el hecho de tomar la costumbre de usar mascarillas que sean eficaces, y no cualquier mascarilla, y además de ello, la costumbre higiénica que debía tenerse de antes y no solamente de ahora, de lavarse las manos habitualmente varias veces al día. Sobre todo cuando se regresa al hogar. De todos modos, resulta curioso que se haya tenido que recomendar a la ciudadanía una conducta absolutamente de higiene personal, como es la de lavarse las manos, para relacionarla con la protección del virus, cuando debía estar asumido personalmente por la ciudadanía.

No obstante, todos sabemos que el virus ha cambiado nuestras vidas. y no solamente para mal, sino que nos ha hecho ser más limpios, cuidar más la higiene personal, y nos ha potenciado el uso de la tecnología por la posibilidad de favorecer más nuestras comunicaciones por medio de la informática, aunque a algunos les moleste, porque siguen anclados en las viejas costumbres de la presencialidad para todo, cuando se puede distinguir aquello que se puede hacer por conexiones telemáticas y lo que exige y favorece la reunión personal. Pero como ahora no se puede es el momento para que todo el mundo aprenda cómo funcionan las reuniones telemáticas. Pero los obstáculos que muchos ponen a aceptarlo está siendo una de las trabas para que la sociedad aproveche en nuestro país el estado de necesidad creado por el coronavirus. En otros países lo tienen más claro el tema de optimizar la reunión telemática en todos los órdenes laborales y personales y esto dará a unos países más chance para el progreso que los que se queden anclados por el miedo al cambio.

Pues bien, volviendo al tema de la mascarilla hay que incidir en que con independencia de que vayamos avanzando en el proceso de vacunación y que se pueda conseguir una inmunidad con el mayor porcentaje posible es absolutamente necesario el uso de la mascarilla y que se implante como una costumbre, aunque haya tenido que venir impuesta por la obligación, bajo el apercibimiento de sanción. Y ello, al comprobarse que la responsabilidad individual no existe muchas personas y que ha tenido que ser por la exigencia de la advertencia de la sanción por lo que se ha impuesto su uso.

En cualquier caso, pese a ello, todavía sigue habiendo muchas personas que llevan la mascarilla bajada en la barbilla, u otros que ni tan siquiera la llevan, causando y poniendo en serio riesgo al resto de la población por una absoluta irresponsabilidad individual, que es lo que más ha propiciado la difusión del virus. Por ello, quizás, mucho más que los efectos perniciosos que el coronavirus como tal, lo que más daño hace es la actuación individual que desoye las instrucciones de uso de la mascarilla sin importar si hay distancia social, o no. Hay que llevarla sí o sí. No se trata de que se derive el tema a la interpretación personal de dónde puedo no llevarla. Hay que llevarla puesta siempre. Esta es la norma. No se trata de llevarla cuando voy a acceder a un sitio cerrado. Hay que llevarla siempre que se salga de casa. Y llevarla puesta por encima de la nariz, no debajo de la barbilla o en el brazo.

Además, si la implantación de estas medidas hubiera sido una regla general y la ciudadanía lo hubiera cumplido desde un principio en un gran porcentaje la situación actual no sería la que es. Y no hubieran que tenido que sacrificarse muchas personas que ahora lo están haciendo por estos incumplimientos. Al final todo es cuestión de respeto a los demás, y de educación. Aquí está la verdadera clave, porque los países donde más educación, respeto y disciplina hay son aquellos donde el empuje del virus ha sido menor y quienes han salido antes de esto. Ahí está la clave de todo.

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