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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

La ciudad descuidada

Tramo pendiente de abrir en Vía Parque entre el PAU 1 y Ciudad de Asís

En la obra Julio César, de Shakespeare, en la que se recrea la conspiración contra el emperador romano, Casio le dice a Bruto: “La culpa… no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos”. Lo mismo se puede decir sobre muchos de los problemas y desafíos que tiene que afrontar Alicante: por muchos enemigos que nos empeñemos en buscar fuera, la responsabilidad está en nuestras manos.

La pandemia ha alterado nuestra vida, aletargando la actividad económica y obligándonos a volcar esfuerzos en hacer frente al profundo desgarrón que nos está causando el covid-19. Uno de los organismos vivos más diminutos del planeta ha puesto en serios problemas a la civilización más avanzada y tecnificada de la historia, obligándonos a recluir en nuestras casas y en nuestras ciudades, que han cobrado un renovado valor como espacio fundamental en nuestro día a día. De la misma forma que nos hemos dado cuenta de que teníamos que hacer más confortables las viviendas, estamos usando ciudades y municipios como nunca antes habíamos hecho, confinados en ellas y utilizándolas como espacio fundamental para el paseo, el disfrute y el encuentro.

Nunca ha habido tantas personas saliendo a pasear por calles, parques y jardines, a sentarse en los bancos, a quedar con otros para hacer una de las pocas cosas que podemos realizar con una cierta tranquilidad y seguridad sanitaria: recorrer las calles y disfrutar de las zonas verdes. Cuando salimos, nos damos cuenta de que nuestros barrios no son solo el espacio intermedio entre nuestra casa y nuestro trabajo, sino la compilación de buena parte de nuestras necesidades humanas y sociales, el lugar más importante para nuestro recreo, esparcimiento y sociabilidad. Seguramente ahora nos demos cuenta de la importancia de un buen urbanismo, de que nuestros gobernantes piensen y se esfuercen por mejorar la vida de nuestras ciudades y barrios en lugar de abandonarlos, como con demasiada frecuencia se ha hecho en el pasado, a la especulación y la extracción salvaje de plusvalías de distinta naturaleza.

Resulta llamativo, por ello, que cuando nuestros responsables públicos hablan de planes de “reconstrucción” o de recuperar la “nueva normalidad”, la necesidad de repensar unas ciudades y barrios que se han convertido en el eje fundamental de nuestras vidas apenas sea mencionado, posiblemente porque piensen que ese futuro pase por más de lo mismo.

Sin embargo, basta salir a la calle y dar un paseo para darnos cuenta de la necesidad de mejorar la calidad de vida de nuestros barrios con pequeñas actuaciones que llevan demasiado tiempo pendientes y a las que nuestros gobernantes no han dado importancia. Llevamos años hablando de necesarios planes de futuro, de repensar una ciudad para los retos que se avecinan, de actualizar un anquilosado PGOU o de impulsar un Plan Ciudad con distintos nombres según quién gobierne. Pero mientras tanto, se han abandonado el cuidado, la atención y el mantenimiento de tantas y tantas pequeñas cosas fundamentales en el día a día de Alicante que la ciudad parece deshilachada, con un deterioro imparable, abandonada a su suerte. Porque somos muchos los que nos preguntamos que, si nuestro Ayuntamiento es incapaz de atender toda esa suma de pequeñas grandes cosas en nuestras calles, ¿cómo va a ser capaz de afrontar proyectos de mayor envergadura sobre la ciudad?

Basta con salir a la calle y ver zanjas mal tapadas, baches y asfalto deteriorado por las múltiples obras de canalización que se hacen y que después no se cubren adecuadamente; fachadas llenas de cables y de registros afeando las paredes de edificios; manchurrones de grasa delante de locales que en muchos casos conducen hasta los contenedores de basura; molestas motocicletas que con sus tubos de escape recortados producen un ruido tan molesto como ensordecedor; alcorques de árboles vacíos y que no se han repuesto desde hace años; ramas que sobresalen por muchas aceras y de las que hay que apartarse para que no te saquen un ojo; bordillos rotos o desplazados; cuadros de luz o de semaforización vandalizados, sucios y descompuestos; bancos rotos, descuidados o que se retiraron y nunca se repusieron; cables que cruzan calles entre dos palos como sucedía en el Far West; farolas fundidas desde hace meses y sin cambiarse; pavimento dañado, baldosas sueltas o que faltan en muchas aceras, o suelos repletos de chicles; zonas verdes y parterres en las calles que perdieron hace tiempo la vegetación y nunca se han vuelto a plantar, descuidados y marchitos; tubos de riego al aire o cortados en numerosos parques; fachadas, muros y paredes repletas de rallajos y pintadas desde hace años atravesando un deterioro imparable. Y así otros muchos ejemplos.

En definitiva, un amplio listado de desperfectos, deterioros y daños que contribuyen a que los barrios de nuestra ciudad aparezcan abandonados y también a descuidar la calidad de vida en ellos, algo que es responsabilidad de funcionarios y técnicos municipales, así como de unos responsables políticos que deben ser capaces de dar instrucciones claras y saber lo que la ciudad necesita.

Mantener, cuidar y conservar nuestra ciudad no solo es una obligación de nuestro Ayuntamiento, sino también una necesidad que en estos tiempos ha cobrado un especial valor.

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