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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

Guía para entretenerse esta noche

Ninguna encuesta descarta que Salvador Illa pueda ser el candidato más votado hoy

Guía para entretenerse esta noche

El resultado de las elecciones que se celebran hoy en Cataluña no sólo tendrá consecuencias en esa región, sino que sus repercusiones se harán notar en el resto de España a todos los niveles: en la gobernación del Estado y en el de muchas autonomías, empezando por la valenciana; y en el refuerzo o el debilitamiento de cada uno de los actores políticos de este país según cómo les haya ido en este nuevo match ball que se dirime hoy. A continuación, una pequeña guía, nada exhaustiva y de andar por casa, para entretenerse con el escrutinio.

1. ¿Quién suma suficientes escaños? Obviamente, es lo primero que habrá que ver. Las encuestas al inicio de la campaña daban muchas posibilidades a un tripartito «de izquierdas» formado por el PSC, con ERC y En Comú Podem. Las últimas, dan probabilidades a que se repita un gobierno independentista, porque los partidos que se identifican con esa opción sumen los diputados (la mayoría absoluta está en 68) que les permitan superar la investidura. Si la participación es muy baja, ese es un escenario que cobrará fuerza conforme avance la noche, toda vez que los sondeos coinciden en que son los independentistas los que más movilizado tienen a su electorado.

2. ¿Qué dicen los catalanes? Por lo ya apuntado (una mayor movilización del independentismo en unas elecciones con baja participación) es posible una victoria en escaños del bloque secesionista. Pero para hacer un análisis de fondo de lo que ocurre en la sociedad catalana no es eso, seguramente, lo que habrá que ver, sino otro parámetro: ¿respecto al censo electoral, no respecto a la participación este domingo, el independentismo crece, se estanca o retrocede? A nadie se le escapa la importancia decisiva de esa ecuación. Hasta aquí, ha habido gobiernos independentistas, pero no una mayoría de catalanes a favor de la ruptura.

3. La situación del PSOE. Ninguna encuesta descarta que Salvador Illa pueda ser el candidato más votado hoy. Eso no significa que pueda gobernar, pero incluso si no fuera el líder que más papeletas recibiera, el PSC podría colocarse como el único partido, junto a Vox, que crece realmente en estos comicios. A Illa le han hecho todos -desde los independentistas hasta el PP- la campaña y eso le va a dar réditos. Pero también se los dará al PSOE: en plena pandemia, en la mayor crisis de la historia, cuando España pareciera que no pudiera ir peor, el partido del presidente del Gobierno español saca pecho en unas elecciones endiabladas y además lo hace poniendo como candidato al que hasta la campaña fue el responsable de la gestión de la Sanidad. Si es así, gobierne Illa o sea el jefe de la Oposición, Sánchez sale reforzado y el resto, salvo la ultraderecha, muy tocado.

4. El centro-derecha. «Hemos hecho una campaña incomprensible por histriónica», decía ayer un veterano dirigente del PP, respecto de su partido. «Histriónica, no: histérica», corregía otro. La primera campaña a vida o muerte del tándem Pablo Casado/Teodoro García Egea se puede saldar, si los sondeos se confirman, con un estrepitoso fracaso, que deja colgado a todo el partido. Porque lo que se ha visto en Cataluña no es que el PP tenga una estrategia equivocada, sino que no tiene ninguna. Empezó con Pablo Casado desmarcándose groseramente de la gestión que hizo el Gobierno de Rajoy (esto es, el Gobierno del PP) del 1-O en Cataluña y, por tanto, dando implícitamente la razón a los independentistas, y ha acabado con el candidato popular a la presidencia de la Generalitat, Alejandro Fernández, proclamando que su modelo para Cataluña es... ¡Madrid! Es fácil imaginar a muchos votantes del PP decidiendo al escucharle quedarse en casa, a otros muchos rompiendo la papeleta popular para meter en el sobre la de Vox e incluso a algunos cerrando los ojos y poniendo la de Illa. Lo resumía igual de bien otro dirigente popular, este de la «nueva guardia» y en sintonía absoluta con Casado, pero también perplejo sobre lo que ha pasado en esta campaña: «Antes nos tiraban piedras a nosotros, y ahora se las tiran a Vox. Nos hemos quedado sin espacio».

Y eso que el PP podía haber aspirado a rentabilizar la enorme caída que todas las encuestas pronostican a Cs, el que fue el partido más votado en las pasadas elecciones y que ahora puede perder más de la mitad de los escaños. Aunque parezca que no, en política no hay error que no se pague, sea al contado o en diferido. Arrimadas no tuvo el valor de presentarse a la investidura tras unos comicios en los que había sido la candidata con más apoyo popular. Aunque la tuviera perdida por la aritmética de los escaños, era lo mínimo que les debía a los que le votaron. Ella los dejó tirados y ellos, en justa correspondencia, la van a dejar tirada ahora, si no ocurre un milagro.

La consecuencia de los errores presentes del PP y las tremendas equivocaciones pasadas y también presentes de Ciudadanos es el crecimiento exponencial de Vox que predicen las encuestas. El partido de la ultraderecha, sólo con entrar en el Parlament, ya iba a poder presumir de resultados, pero es que puede pasar de largo al PP y, como te descuides, también a Cs. Tiene lógica: su discurso sigue plagado de peligrosas obsesiones y no aporta nada ni a la convivencia ni a la gestión de una recesión como la que vivimos, pero desde la derecha representa la lucha frontal contra el independentismo, frente al chalaneo de los demás. Encima, Pedro Sánchez, en una jugada vergonzosa para quien tenga un mínimo de preocupación por la salud de nuestra convivencia, pero cuyo objetivo cortoplacista se ve ahora mejor que nunca, los trató en el Congreso de los Diputados, con la campaña catalana en puertas, de auténtico partido de Estado. No necesitaban más aval.

Esa jugada, repito que ofensiva para muchos ciudadanos en toda España, pretendía menoscabar al PP. Y, desde luego, si los sondeos se cumplen, habrá contribuido a ello, aunque no sea lo más importante. Si Vox supera hoy en Cataluña a los populares, Casado va a tener un problema gravísimo en sus filas. Sumado al callejón en que la nueva dirección del PP se está metiendo solita con su respuesta a la oportuna resurrección de Bárcenas, renegando del pasado pero no de sus pompas y sus obras (de las siglas, de las sedes, de las cuentas...) en lugar de asumir ese pasado, practicar un estriptis integral para pasar de las sombras a liderar la transparencia, eliminar los restos aún corruptos que quedan en su estructura y pedir perdón; añadido todo eso, digo, el futuro se presenta difícil para el líder popular si las encuestas no se equivocan hoy en sus predicciones.

5. La izquierda. «¿Has tenido alguna vez una inundación en casa o, simplemente, se te ha embozado el inodoro?», me preguntaba ayer un exdirigente socialista. «¿Y qué has visto? Que la porquería, todas esas cosas que se tragaba el sumidero sin que les dieras importancia, sube y lo acaba anegando todo», se respondía a sí mismo. «Eso es lo que le puede pasar a En Comú Podem, porque es lo que ya le está ocurriendo en el Ayuntamiento de Barcelona a su principal referencia, Ada Colau♥», remataba. El problema de los okupas, la contradicción del discurso de la policía represora cuando eres jefe de la Policía, la amenaza permanente de rescate a los concesionarios privados cuando en realidad en muy pocos casos lo ejecutas porque la contundencia de los números y las normativas europeas se te imponen... Todo eso lastra el gobierno y desgasta enormemente la imagen del gobernante. Va llenando los conductos de cosas que, cuando se taponen, subirán las escaleras. Ya no haces de faro, sino de pocero. Y por eso, el papel de Colau en estas elecciones ha distado mucho del jugado con preponderancia en otras campañas. Y el de Jessica Albiach, la candidata a la Presidencia de la Generalitat de los Comunes, también se ha visto opacado por la verborrea incesante del líder de Podemos y vicepresidente del Gobierno de España, Pablo Iglesias, protagonista de una de las campañas más ignominiosas que se le recuerdan: no se puede insultar más a la memoria colectiva de la izquierda de este país que comparar el exilio republicano con las astracanadas de Puigdemont. No todo vale, te digan las encuestas lo que te digan. En Comú Podem puede salir mal parado de estas elecciones y la responsabilidad única de ello será de Iglesias. Ya perdió las Mareas, ya se quedó sin Andalucía y ahora, si las urnas confirman las predicciones y sus «tutelados» pierden pie, el responsable será de nuevo él. Sánchez se regodea. Como ya se dijo aquí, el líder de Podemos puede marear mucho con los micrófonos, pero Sánchez tiene tres cosas que Iglesias no controla: el BOE, la imposibilidad de que le derriben mediante una moción de censura y la capacidad de convocar elecciones adelantadas cuando le convenga. Lo de Iglesias puede indignar, ofender, marear, tensionar... Pero el poder real reside en quien tiene en su mano y en exclusividad los tres resortes antes citados.

6. Bloqueo. La posibilidad, al cabo, de que las elecciones de hoy, lejos de solucionar nada, acaben por consolidar el bloqueo en la política catalana es un riesgo muy real. No sólo por los vetos cruzados (los independentistas conjurándose para no pactar en ningún caso con Illa), sino también por los internos (la CUP vetando a los herederos de Mas y éstos a aquellos). Pero sobre todo porque hay pocos antídotos que puedan combatir el nivel de veneno entre todos. En estos momentos, no hay dos personas que se odien más en Cataluña que el líder de ERC, Oriol Junqueras, y el president a la fuga, Carles Puigdemont. Y debe ser difícil para Junqueras, que asumió ir a la cárcel, ver cómo Puigdemont, desde el balneario de Waterloo, le supera. Es cierto que en política nada está escrito y que lo que no son cuentas son cuentos: ya hemos visto a Sánchez durmiendo con su enemigo, ese que le iba a provocar insomnio permanente, a Vox salvándole al gobierno «socialcomunista» el culo frente a Europa o, más lejos en el tiempo, a Aznar hablando catalán en la intimidad horas después de que los suyos gritaran aquello de «Pujol, enano, habla castellano». Y eso no es malo: eso es el juego de la democracia, que se basa en acordar con el rival sin convertirlo en enemigo. Si pese a todo hay bloqueo, bien porque salga un gobierno independentista que pretenda seguir usando la crisis general en su propio provecho, bien porque cualquier pacto de gobernabilidad sea imposible, lo pagaremos todos, no lo duden. Se vuelve a hablar mucho, como en 2017, del «efecto Montreal». Básicamente, es un concepto político y económico derivado del estudio de las consecuencias que tuvo sobre la región canadiense de Quebec los referéndum independentistas de finales de los años 70. Quebec, y su capital Montreal, constituían la región más avanzada entonces de Canadá. El éxodo de empresas, pero sobre todo el bloqueo en la gestión y por tanto la decadencia cultural, social y económica en que devino, hizo que aquella región perdiera su valor en favor de Toronto, Vancouver, Calgary... Cuidado, el problema son los años que han pasado. Entonces, el mundo no era verdaderamente global. Ahora sí. No es Madrid, ni València, quienes se beneficiarían de una pérdida de riqueza en Cataluña. Perdería España, ganarían otros países. O sea, atentos: esta noche nos la volvemos a jugar.

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