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Manuel campo vidal

La política sale mal parada de la pandemia

Los líderes se miden en las crisis, no en la rutina. La clase política ya llegaba muy poco valorada a la pandemia, según diversas encuestas internacionales, pero saldrá con el prestigio maltrecho. Claro que ha habido excepciones y se reconoce la gestión de Ángela Merkel en Alemania -a la que Europa echará de menos- y de Jacinda Ardern en Nueva Zelanda, entre otros; o de ministros eficaces de Salud Pública, como Rafael Sánchez Cárdenas en República Dominicana, o de los dimisionarios ministros brasileños por discrepar con Bolsonaro. O del coraje de alcaldes como el de Manaos, Arthur Neto, que reclamó ayuda hasta a la joven activista climática Greta Thunberg y salió en defensa de los indios de la Amazonía que podían sucumbir ante el Covid; o gobernadores cómo Andrew Cuomo, de Nueva York, que plantó cara a Donald Trump por inoperante. Y una legión de alcaldes, casi anónimos, en todo el mundo luchando contra la adversidad y la sorpresa del Covid. Baste un ejemplo: la crónica de una alcaldesa española, Ana María Romero, de Montoro (Cordoba) sobre los esfuerzos para mantener en condiciones dignas la residencia municipal de ancianos, reconforta por la generosidad de tantas personas de la sanidad y los cuidados, que han derrochado valor y amor en esta tragedia colectiva.

Asistimos a un espectáculo mundial de solidaridad, lo que refuerza la esperanza. Pero no puede ocultarse que también hay decepción por la inoperancia y la imprevisión en muchos estamentos, principalmente políticos. Hemos visto monjas y religiosos abnegados en asilos y hospitales en misiones en Africa y América: pero imposible no censurar al obispo de Cartagena (España) que se vacunó saltándose el turno, como han hecho mandos militares en varios países.

Nada será igual tras este azote. Ni en la sanidad, en la economía, o las instituciones. En Italia, tras el fracaso de la política se ha llamado a presidir el Gobierno a Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo, “salvador del euro” en la pasada crisis. Con 209.000 millones que repartir de los fondos europeos de recuperación, será el mejor garante de su buen uso, que corrían el riesgo de dilapidarse por el mal gobierno y por la penetración de la Mafia en el estado italiano. Su país lo celebra.

Draghi, un cruce de banquero y político, es un ejemplo de cómo resolver los errores políticos en en las crisis. La ciudadanía exige alternativas. La solución italiana puede exportarse, aunque el problema es que no todos los países tienen un Draghi que poner al frente del negociado público.

En los debates de las recientes campañas electorales en Ecuador y en Cataluña, por ejemplo, los criterios de eficacia en el gobierno han pasado por delante de las típicas tensiones entre izquierda y derecha, o de cuestiones identitarias. Formar gobiernos solventes es el desafío, más que nunca. Por el camino, la desinformación se ha disparado. El negacionismo de las vacunas ha aflorado hasta en portavoces insospechados antes, como el cantante Miguel Bosé. Y ha proliferado la fabricación de bulos vendidos como noticias. Esa es otra pandemia que hay que combatir con el fármaco de la credibilidad. A pesar de todo, es la gran oportunidad del periodismo que también anda desprestigiado. “Tiempos difíciles”, como diría Dickens, de los que unos salen reforzados y otros desprestigiados.

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