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Olga Seco

Qué vida, señores, qué vida

Un mendigo en el centro de Alicante

Junto a la fantasía, la mayoría de las veces, se satisfacen los anhelos. Las angustias son ásperas damas sentadas junto a la pena. Tengo la sensación que todo aquello que nos conmociona, muchas veces, nos hace exclamar. 

Estamos viviendo tiempos duros; el día a día multiplica el grosor de todo y el futuro parece presentirse oscuro. Me parece brutal ver el cinismo decorativo de "algunos". Sí, es un chiste escondido entre la catástrofe con la obligación de reír. Muchas personas están viviendo el aspecto más denigrante de la pobreza. Y la verdad, hincha un poquito las narices, escuchar hablar de "futuro". En realidad, creo, que si el presente es una carrera de obstáculos, el futuro será el destino que no se desarrolla ni con la entereza del esfuerzo y el trabajo. ¿Cuántas personas a día de hoy no tienen ni para comer? La pandemia (opinión subjetiva) nos está demostrando que por encima de un "Ay, Dios mío" está la ciencia. No he sido nunca de mucho rezar; creo que, si quedaba algo de fe en mí, toda se está disipando.

Creo que es el momento de encauzar la tensión y volvernos sobrehumanos. Entre tanta enrevesada confusión debemos encontrar la luz que acompaña a tanta duda. En todo caso, creo que a veces la vida comienza con la entonación interrogativa de todo aquello que no se comprende, pero se acepta. La inestabilidad (digan lo que digan) conduce a la apatía. No es de extrañar que a muchos se les antoje conservar la pena y dormir junto a ella. ¡Qué vida, señores, qué vida!

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