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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

De Cataluña a Alicante

El PSC abre con comunes las reuniones para negociar la investidura de Illa

A nivel popular, se conoce bien el llamado “efecto mariposa”, que afirma que una pequeña perturbación producida por el aleteo de las alas de una mariposa puede generar un efecto considerablemente grande, a corto o medio plazo, en otro lugar muy alejado, algo que desde las ciencias se conoce como “teoría del caos”. Lo mismo ocurre con las elecciones vividas en Cataluña, ya que tanto Luis Barcala como Carlos Mazón, entre otros, deberían estar muy preocupados con los resultados y sus posibles efectos.

Si bien el reparto final de escaños ha dado paso a las negociaciones para tratar de conformar un nuevo gobierno por los partidos ganadores, desde las dos fuerzas políticas perdedoras, el Partido Popular y Ciudadanos, se está haciendo tal ejercicio de impostura para tratar de evitar asumir sus responsabilidades en sus respectivas derrotas que pareciera que más que a unas elecciones se han enfrentado a los efectos de un temporal. Mientras en Ciudadanos se limitan a achacar a la abstención las causas de su estrepitoso retroceso, como si para el resto de partidos esta abstención no hubiera existido, el Partido Popular ha quedado al borde de la desaparición, con tres exiguos diputados de los 135 escaños en disputa, difundiendo como explicación un falso “pacto” entre Bárcenas y la Fiscalía, ofreciendo como única respuesta el traslado de la sede de Génova, intentando así de manera desesperada desviar el foco sobre este gigantesco fracaso. Mentir y engañar en política suele ser un signo de desesperación que más tarde o más temprano pasa factura.

La política es territorio de lo inmediato. Por ello, frente a las miradas de corto alcance, tenemos que poner las luces largas para comprender algunas consecuencias de lo vivido en Cataluña, especialmente a medio y largo plazo, que es donde nos jugamos el futuro.

Empecemos destacando la importancia de la victoria conseguida por el PSC y por Salvador Illa. Tras la mayor crisis política que ha atravesado Cataluña, con el problema independentista abierto en carne viva al tener a líderes encarcelados, un expresident fugado en Bélgica y otro inhabilitado, y tras haber tenido que gestionar la mayor crisis sanitaria y económica de la historia reciente, que los socialistas hayan conseguido pasar de 17 a 33 diputados es un triunfo sin matices, con mayor motivo cuando en frente han tenido a todos los partidos independentistas firmando escritos para arrinconarlos y al resto de fuerzas tratando de desacreditar a Illa con su despreciable bulo de que se había vacunado y por ello no se había hecho una PCR. Por cierto, ¿dónde está la denuncia que solemnemente anuncio el PP que presentaría ante la Fiscalía? Su capacidad de permanente ridículo también está en la base de los penosos resultados que cosechan los populares. Ahora bien, la importancia de la victoria socialista va más allá de su avance en escaños, ya que han vuelto a triunfar en la ciudad de Barcelona y en buena parte del cinturón metropolitano, que fue el granero de votos de la etapa de esplendor del PSC. Los socialistas se han convertido en una fuerza fundamental en la resolución del conflicto catalán y en el futuro de Cataluña, lo que ampliará su margen de actuación en el Parlamento de España.

El fiasco de Ciudadanos, un partido que nació en Cataluña como freno al independentismo, confirma que está en plena descomposición, acumulando derrotas, fugas y dimisiones. Su atribulada trayectoria, que incluye la lamentable foto de Colón y sus gobiernos de coalición con la extrema derecha de Vox, ha colocado al partido que decía llegar para regenerar al centro derecha en un camino demasiado parecido al final de UPyD.

El avance de Vox es el resultado lógico de todo el apoyo que ha recibido, tanto del PP, de donde proceden, como de Ciudadanos, en esa operación de blanqueamiento político tan irresponsable que llevan a cabo. Y cuanto más a la derecha sitúan sus discursos y sus políticas estos dos partidos, más votos regalan a Vox. Pero en Cataluña, el fuerte avance de la extrema derecha va a añadir todavía más inestabilidad y tensión a un panorama político ya de por sí incendiario.

Y el PP no es que esté al borde de la desaparición en Cataluña, como ya le ocurrió en el País Vasco, sino que se convierte en un actor marginal de cara a la resolución del conflicto catalán. ¿Cómo puede aspirar a gobernar España un partido que está prácticamente fuera de dos comunidades tan importantes como Cataluña y el País Vasco? Sin duda, la enorme irresponsabilidad con la que ha actuado en Cataluña, su maridaje con la ultraderecha de Vox, junto a esa oposición destructiva y de tierra quemada que practican, está en el lamentable resultado electoral que han cosechado y que siguen sin querer afrontar.

No es difícil adivinar, a la vista de este nuevo escenario que se abre en Cataluña, las incertidumbres que se van a generar, también, para los gobernantes del PP en el Ayuntamiento de Alicante y en su Diputación. En los próximos meses, el Partido Popular va a entrar en un periodo de turbulencias que afectarán a la credibilidad de sus dirigentes, al proceso de nombramiento de candidatos, pero también a la definición de sus políticas y alianzas. A nivel local, sus pactos con Ciudadanos, un partido en descomposición, serán cuestionados y muchos de los dirigentes del partido naranja se lanzarán a buscar otros caladeros de los que alimentarse. Por último, sus alianzas con Vox y el apoyo a sus postulados deberán ser revisados a fondo para no acabar dando más fuerza y visibilidad a un partido que, a día de hoy, se ha convertido en su máximo rival político y en un factor de inestabilidad.

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