Cuando el ser humano llegó a la Luna, hace algo más de medio siglo, todos nos maravillamos, mientras que ahora llega a Marte un robot nuestro más listo que una persona y que manda tuits y no nos dice nada. Podemos echarle la culpa al empedrado, que en el planeta rojo es tan desértico y desolado como el de la Luna, pero en el fondo es porque hemos perdido la ilusión. Es más, en cosa de viajes espaciales vamos de desilusión en desilusión, pues la nave Perseverance nos acaba de borrar todo el imaginario sobre los marcianos, que a pesar de su siniestro aspecto nos encandilaba. Vamos sabiendo, eso sí, que nuestra fantasiosa especie es más feliz cuando aún no ha alcanzado algo que cuando lo alcanza, pero hasta en lo primero vamos a menos, y hacemos las cosas por pura rutina. De hecho, la nave que llegó a la Luna llevaba el nombre de un hijo de Zeus, Apolo, y esta se llama Perseverance.
