Un best seller del ensayista Alvin Toffler, El Shock del Futuro, vaticinaba hace medio siglo el (shock) de la mente humana ante los cambios tecnológicos y su impacto en el modo de vida. Sin embargo, hoy sabemos ya que nuestra especie devora lo que le echen, lo metaboliza y acaba pidiendo más. El colapso no se produce en la mente del hombre, sino en el pasado, que va desapareciendo a su paso. No solo acabamos con la naturaleza, sino que vamos borrando nuestro rastro. La historia viene a ser para la gente lo mismo que “una historia”, algo que a alguien se le ocurre para entretener y que acaba con la palabra fin. “Eso son historias”, decimos de lo que no vale la pena. Tras unos primeros flashes y colocones hace ya mucho, el shock ha dejado una doble adicción, al futuro y al olvido: hemos soltado amarras. Encima, sin brújula y sin saber ya navegar por la estrella polar (¿qué era eso?).