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Rafael Jorba

La piedra y la mano

JUPOL denuncia en Fiscalía a Echenique por delito de odio tras su tuit durante las protestas por el rapero Hasél

Las redes sociales ardían. Acababan de detener a Pablo Hasél. Desayuné con un tuit: “Hacer de la represión palanca democrática. Asumir las consecuencias de los propios actos para denunciar a un Estado que encarcela los derechos fundamentales”. Al día siguiente me acosté con otro tuit: “Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión por las calles. Ayer en Barcelona, hoy en la Puerta del Sol”. El primero lo firmaba Jordi Cuixart, líder independentista no alineado –aún privado de libertad–; el segundo Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos en el Congreso.

Cuixart aplica en la relación entre Catalunya y España los métodos de Gandhi en la India colonial y de Mandela en la Sudáfrica del 'apartheid'. La “palanca democrática”, aquella “llave de yudo” que utilizó ya en la campaña del 14-F para derribar el “aparato represivo” del Estado español: “Utilizar la prisión como respuesta a su régimen totalitario”. La condición, formulada como pregunta, es la siguiente: “¿Estamos dispuestos a asumir que nuestros hijos vayan a la cárcel?”. Echenique es fiel al eslogan que lanzó Pablo Iglesias en la fundación de Podemos: “El cielo no se toma por consenso; se toma por asalto”.

El cóctel entre el viaje a Ítaca y la toma de los cielos, entre independentistas y antisistema, explica la explosión de violencia en las protestas en favor de Pablo Hasél. La lógica de estos jóvenes, atrapados entre un ‘Estado autoritario’, el ‘régimen del 78’ y el ‘Íbex 35’, es de manual: utilizar todos los medios a su alcance para poder combatir esas lacras. No diré que los adultos que los jalean –cargos públicos, políticos y líderes sociales– hayan tirado la piedra y escondido la mano, pero sí recordaré, como alertaba mi abuelo, que “quan la pedra es fora de la mà no se sap on va”. La 'fatiga pandémica’, que dificulta el ocio, es un factor colateral añadido.

Con este telón de fondo, publiqué tres tuits: 1. “La libertad de expresión es un derecho prevalente, pero su ejercicio no es inocuo. Se reformará el Código Penal para evitar casos como el de Pablo Hasél. Después se pedirá que se aplique una doble vara de medir según quien la ejerza, es decir, en función del sesgo ideológico”. 2. “Entre tanto, una cosa es pedir el indulto de Hasél y otra bien distinta convertirle en un héroe. Una cosa es manifestarse para protestar contra su encarcelamiento y otra destrozar el espacio público. No quiero tiros en la nuca ni en la letra de una canción. Jugamos con fuego”. 3. “Es de esperar que los políticos y las autoridades que han mostrado tanto celo en defender a Pablo Hasél tengan ahora el mismo celo a la hora de defender el espacio público (…) y condenar las agresiones a los mossos d’esquadra”.

Una persona me preguntó “con genuina ignorancia” dónde estaba la diferencia entre las proclamas en el homenaje a la División Azul y las rimas de Hasél. Mi respuesta: “No es ignorancia; son dudas razonables. Una diferencia es el contexto: un rapero, en la letra de una canción, y una proclama en un acto político, convocado por organizaciones que promueven los discursos de odio y el negacionismo. Es un apunte”. Se olvida, por otra parte, que Hasél acumula otras dos condenas por agredir a un periodista y amenazar a un testigo judicial.

Niego la mayor: la “palanca democrática” frente a nuestro ‘Estado autoritario’. La democracia española es imperfecta; la ‘perfección’ sólo existe en las dictaduras. Hay también carencias en las democracias vecinas. En Francia se acaba de publicar 'Flic', el libro de un periodista que se infiltra en la policía: explica los abusos contra jóvenes negros y árabes a los que se tacha de “bastardos” y el déficit estructural para afrontar la violencia contra las mujeres. La ley española de protección integral contra violencia de género es un ejemplo a seguir.

En Bélgica, el 'caso Dutroux' –asesino en serie acusado de haber secuestrado y abusado sexualmente de seis niñas– destapó fallos policiales y judiciales en cadena. En Alemania, son noticia los policías que participan en chats con imágenes de Hitler y simbología nazi. Son algunos ejemplos de la imperfección de las democracias de nuestro entorno. Elevar a categoría los déficits objetivos de nuestra democracia es incubar el huevo de la serpiente que se dice combatir.

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