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Carmen Martínez-Fortún

Un radical descompuesto

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias.

Acusan los socialistas ya sin cortarse a Podemos de tenerles anestesiada la capacidad de sorpresa y aumentarles ahora la dosis, más siguen vaticinando que la coalición resistirá. A una le parece que eso ni es coalición ni es nada y que el ingenuo plan de Sánchez para tragar el sapo con menos indigestión, consistente en darle al socio unos caramelitos para chupar, mientras la parte seria y técnica de su gobierno, obviamente socialista, se ocupaba de la política de verdad, está muy en riesgo, tanto porque ha prevalecido sobre la responsabilidad y la lealtad, si es que alguna vez la tuvo, la naturaleza de escorpión de Iglesias, como por sus malos resultados electorales salvo en Cataluña y la inoperancia real de su formación y de su persona que le obliga a dejar de tener impasible el ademán para parecer alguien.

Y a una también le parece que en lo de las sorpresas patina el socialista que lo defienda, al menos en el caso de Sánchez -y Redondo seguro- quienes conocían muy bien a Iglesias y por eso el presidente vaticinó en la inolvidable entrevista que en el futuro imposible de que gobernaran juntos, poquísimos dormirían en España. Presente hoy aquel futuro imposible, esta impertinente duerme, inmunizada si no del Covid de cualquier sorpresa, ya que se esperaba del socio minoritario de la coalición todos los gestos autoritarios, chulescos, provocativos y antidemocráticos que lleva prodigando no desde que está en el gobierno, sino desde que empezó a hacerse famosete, gracias precisamente a los medios a los que ahora insulta.

La realidad es tozuda y, pese al pegamento que supone mandar, el escándalo y estupor de que un vicepresidente de un gobierno de la UE no condene la violencia y coquetee con supuestos ideológicos que rozan el odio es demasiado. Una lo ve como una estrategia, pues el tal Hazel hace unos años tan solo le parecía un chalado. Hoy hace de él un mártir porque Iglesias quiere más, Óiganle si no amenazar a la prensa en la tribuna, porque hay gente- rica claro- que tiene más poder que él. Y eso es lo que le tiene descompuesto.  

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