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Mercè Marrero.

El ruido amplificado de la gota

La gota de agua

Cumplo con todos los rituales. Deporte en algún momento del día, ducha caliente al atardecer, cena tempranera, aparcar los temas pendientes, un poco de tele, algo de lectura y, por fin, dormir. Placer absoluto. Esa pesadez, el vacío, el relax. Por fin.

No, no envié el correo electrónico. Maldita sea. Me entró la llamada y me despisté. Hablando de llamadas, tampoco respondí a aquella chica. ¿Es posible que también se me pasara? Y eso que le dije que le contestaría por la tarde. Eso fue ¿hace dos días? Estoy fatal. ¿Qué es ese ruido? La gota de la ducha. Otra vez. El grifo mal cerrado. Ya puedes repetir las cosas tropecientas veces, que, en esta casa, nadie hace caso a la primera. Ahora me tendré que levantar, ajustar el grifo y ya se me habrá ido el sueño. Durmiendo tan poco es lógico que se me olviden las cosas. ¿Dónde leí que el insomnio podía ser un precursor de múltiples enfermedades neurodegenerativas? Ay, tener buena salud es lo más importante. ¿Cuándo tengo cita para la revisión ginecológica? Ya me toca. Mañana llamo. Espero estar bien. Sí, seguro que estoy bien. Por favor, Dios mío, que esté bien. Respira. Uno, dos, tres… Duerme. Ja, como si fuera tan fácil. Estoy por tomarme una pastilla, pero mañana no habrá quién me levante y luego está esa resaca que me da. ¿Cuándo fue la última vez que me emborraché? La semana pasada, durante la video llamada con mis amigas. Qué monas son.

Y dale con la gotita. Y mira que lo repito cada día: “Cerrad bien el grifo después de la ducha, que el mundo no está para tirar agua y nuestra economía, tampoco”. Y nada. Soy demasiado repetitiva y mis frases tienen cero impacto. Impacto. Es una palabra dura, con tanta consonante. ¿Vendrá del latín? Tengo problemas para deletrear procrastinar. Nunca sé si la erre va antes de la a o de la i. Menos mal que no duermo con el teléfono al lado. Si no, ya estaría buscándolo en Google. Levántate y anda, mujer. Ve y cierra el grifo. Un minutito más. Quizás la gota pare por arte de magia y yo acabe quedándome dormida. Luisa se escribe con su amante por las noches, mientras su marido duerme. Pobre hombre, aunque no me cae bien. Es un resabido, pero me incomoda imaginarlo roncando, mientras ella chatea con su amante. Ahí, en la misma cama, qué ansiedad. Yo me iría al baño. Ella dice que no es su amante y que solo son amigos. Que jamás se han enrollado y que no pasan el límite. Ay, Luisita, Luisita, cariño mío, pero si hay más intención y erotismo en tus mensajes nocturnos que en muchos magreos de amantes consagrados. ¿Qué haría yo si él me pusiera los cuernos? Mejor dicho, ¿qué haría yo si me enterara de que él me pone los cuernos? ¿Y si le pillara mensajeándose con otra a estas horas? No pienses y duérmete. ¡Son las cuatro! Bravo, otra noche en vela. Si me enterara, pues le preguntaría que qué hace viviendo una pantomima. Pantomima. Esta palabra sí me gusta. Pizpireta, también. Me gustaría que dijesen que soy una pizpireta. Debo rehacer el correo electrónico antes de enviarlo. Y cerrar el grifo antes de intentar dormir más. Ilusa. ¿Dormir? Ponte a escribir.  

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