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Juan Carlos Padilla Estrada

Hablemos de justicia

Un individuo llamado Paco Sanz, apodado el hombre de los 2000 tumores, engañó a decenas de españoles y logró un botín de 264.780 euros

Paco Sanz, el hombre de los 2.000 tumores, pagará 37 mil euros de los 265 mil que estafó

Navarra: Un sujeto de buena presencia ha sido condenado a más de un siglo de prisión. ¿Su delito? Grababa a jóvenes y adolescentes, que pretendían ingresar en su agencia de modelos, mientras se cambiaban de ropa. La fiscalía solicitó 406 años por atentado contra la intimidad a 129 mujeres, de las que 48 eran menores. Finalmente, se le ha impuesto una pena de 115 años. Resultado efectivo: Cumplirá no más de 5 años en prisión.

Sí, han leído bien: No más de cinco años. Es decir, que de 115 años la pena se reduce a cinco.

Un individuo llamado Paco Sanz, apodado el hombre de los 2000 tumores, engañó a decenas de españoles y logró un botín de 264.780 euros. Pero el mayor daño es el que ha hecho este sujeto a las causas solidarias, heridas de muerte con la conducta de este indeseable. ¿Resultado legal? Dos años de prisión –que no cumplirá- y la devolución de 36.918 euros, lo que representa un 13% de lo estafado. ¡Negocio redondo!

Es bien conocida la sensación de muchos españoles de que nuestra justicia es lenta –lo que es rigurosamente cierto- y blanda, lo que probablemente no sea tan ajustado a la verdad.

Pero que somos un país donde las penas no son precisamente ejemplares ni demasiado desincentivadoras del delito es una evidencia.

Por un lado, la Constitución consagra la intención resocializadora de las penas de privación de libertad, lo que les llena de eventuales beneficios, que se pueden convertir en hatajos en manos hábiles. Además, y quizá por nuestra historia, hemos dado una especie de vaivén con respecto a las normas de hace unas décadas, tal vez contagiados de un complejo de democracia, que ya es tiempo para olvidar.

Y existe una norma por la que si la pena de prisión impuesta es menor de dos años, no se cumple –si el sujeto no posee antecedentes-.

Eso convierte esas penas en, sencillamente, papel mojado, dotando a muchos delitos de práctica impunidad.

Y muchos nos preguntamos: ¿No sería mejor que las penas se cumplieran, sean cuales fueran? ¿No sería mejor que en vez de acumular años y décadas en pomposas sentencias se impusieran penas más ajustadas a la realidad, pero que fueran efectivas? Por ejemplo, el míster España grabador de jovencitas: Es evidente que no ha matado a nadie, y no puede pasarse la vida en prisión. Curiosamente, su pena es mucho más larga que las de la manada, de triste recuerdo. Pero si se le impone una pena razonable, que cumpla razonablemente también, todos nos ahorraremos incomodidades y la sociedad percibirá que el que la hace la paga.

Y, ante delitos medianos: ¿No sería más eficaz que el culpable pasara quince días, un mes o tres en prisión a que se salga de rositas? Como que el tal Paco Sanz pasase una temporadita a la sombra, además de devolver hasta el último euro estafado; y eso sería extensible a las penas de corrupción: Hasta que el corrupto no devuelva lo robado no sale a la calle. Ganaría credibilidad la justicia y las penas cumplirían su doble objetivo: Desincentivar el delito y rehabilitar al delincuente.

A lo mejor, de esta manera, la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles creeríamos más en nuestra justicia y dejaríamos de ser el polo de atracción de los delincuentes de media Europa.

No hay más propuestas, señoría. 

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