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Joaquín Rábago

Estados Unidos ha vuelto

“Estados Unidos ha vuelto”, anunció con orgullo la pasada semana el nuevo presidente de ese país, Joe Biden, aludiendo así a lo que considera sólo un desgraciado paréntesis: los cuatro años de Donald Trump en la Casa Blanca.

Y por si al mundo le quedara alguna duda de lo que esa vuelta significa, ahí está el “mensaje” que la superpotencia acaba de enviar a Teherán: un cazabombardero F-15 destruyó el viernes dos edificios en territorio sirio, cerca de la frontera iraquí.

En el bombardeo murieron al menos 22 militantes iraquíes supuestamente aliados con Irán, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, aunque Washington rebaja esa cifra a un soldado sirio y tres combatientes iraquíes.

No importa cuál sea la cifra definitiva: la operación es una represalia por varios ataques con cohetes en la región kurda de Irak contra instalaciones de EEUU y sus aliados, en uno de los cuales murió un “contratista” – es decir un mercenario- norteamericano y otro militar también estadounidense resultó herido.

No olvidemos que Biden fue vicepresidente en los dos mandatos de Barack Obama y que éste lanzó más drones contra terroristas y otros “enemigos” de EEUU que ningún otro presidente anterior, sin que sepamos el número de víctimas civiles muertas también en esos ataques.

La superpotencia sigue hoy implicada militarmente tanto en Afganistán, donde lleva desde 2001 en una guerra que nunca podrá ganar, como en Libia, país al que atacó en 2011 con el resultado de un Estado totalmente fallido y una enorme crisis de refugiados, cuyas consecuencias sufrimos también los europeos.

Mientras tanto, EEUU se prepara para hacer frente a los que considera actualmente sus principales rivales: la Rusia “iliberal” de Vladimir Putin y ese extrañó hibrido entre férrea dictadura comunista y economía de mercado que es la nueva China del presidente Xi Jinping.

A tal fin, como si no hubiese acabado la Guerra Fría, el Pentágono ha desarrollado una estrategia para el hipotético caso de guerra con Rusia bautizada con el nombre de “operaciones multi-dominio” y que parte de un ataque contra los centros operativos y las capacidades militares del país enemigo.

A ese ataque con misiles y artillería seguiría inmediatamente una invasión con sus tropas acorazadas, que tratarían de ocupar cuando antes zonas estratégicas de Rusia hasta lograr la rendición.

Lo que cabe preguntarse es si en ese caso, que esperemos no llegue nunca a producirse, Rusia se limitaría a defenderse con sus armas convencionales sin recurrir a su enorme potencial nuclear, que no perdonaría en ningún caso a la vecina Europa.

Algo parecido parece haber ideado EEUU para el caso de conflicto militar con China: el ataque se llevaría a cabo con misiles disparados desde buques y bases estadounidenses en el Pacífico. Pero la respuesta de China no podría ser otra que nuclear.

Según el profesor de estudios de la paz y de la seguridad mundial del colegio de Hampshire (Armhurst. Massachusetts) Michael Klare, EEUU trata de implicar irresponsablemente a sus aliados europeos y del Pacífico en una competencia armamentista con Rusia y China que nos expondría a todos al riesgo de una guerra nuclear.

Conviene no olvidar que el actual presupuesto militar de EEUU supera en once veces al de Rusia y casi triplica al de China. Y ello sin contar la contribución militar del resto de la OTAN, a cuyos miembros Washington lleva tiempo tratando de convencer de que gasten un 2 por ciento de su PIB en defensa.

La realidad, sin embargo, es que la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos no parecen precisamente entusiasmados con esa reanudación de la Guerra Fría que parece buscar el insaciable “complejo militar-industrial”, como lo bautizó alguien que sabía de qué hablaba: el presidente de EEUU y héroe de la Segunda Guerra Mundial Dwight D. Eisenhower.

La realidad actual es que, según una reciente encuesta del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, sólo un 23 por ciento de los ciudadanos del continente se pondría del lado de EEUU en el caso de guerra con Rusia y aún menos, un 22 por ciento, si el enemigo fuese China.

En Europa no soplan nuevos vientos de guerra fría pese a los deseos de algunos nostálgicos, a este y otro lado del Atlántico, del mundo bipolar.

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