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Joaquín Rábago

La Iglesia católica alemana, juez y parte en el esclarecimiento de los escándalos sexuales

La canciller alemana, Angela Merkel.

Hace ya once años que se trata de poner algo de claridad y al mismo tiempo de justicia en los numerosos escándalos sexuales que afectan a miembros del clero católico alemán.

En 2010, tras conocerse cada vez más casos de abusos de niños y jóvenes en el seno de la Iglesia, la propia canciller federal, Angela Merkel, reclamó que se hiciera la luz sobre los que calificó de “delitos abominables”.

Pero, como hoy critica en un duro editorial el semanario Der Spiegel, desde entonces, la Iglesia católica es a la vez “juez y parte”, y eso es algo que se ha demostrado que “no funciona”.

El año pasado, el encargado por el Gobierno de investigar los abusos y los obispos alemanes acordaron por fin los criterios por los que debían regirse las veintisiete diócesis del país en tan delicado asunto.

Pero, critica la revista, es en realidad la propia Iglesia la que decide a quién encargar las investigaciones, qué documentos han de tomarse en cuenta y si al final se hacen públicas o no las conclusiones.

Así, el arzobispo de Colonia Rainer Maria Wolki anunció en 2018 su intención de encargar un informe sobre la violencia sexual en su diócesis y la supuesta inacción de la Iglesia desde 1975.

Cuando, dos años más tarde, el bufete de abogados al que se había encomendado esa tarea acabó el informe, éste acabó en cajón.

Su no publicación se justificó por supuestos “defectos de metodología”, pero, según sospecha generalizada, el motivo real fue el hecho de que en el mismo aparecieran como encubridores algunos nombres de destacados miembros de la Iglesia.

El comportamiento de la jerarquía en ese asunto está provocando el abandono de la Iglesia católica por parte de un número cada vez mayor de fieles: se habla de casi dos millones en los dos últimos años.

Quienes fueron víctimas de todo tipo de abusos sexuales se sienten hoy desprotegidos; en muchos casos sufren enfermedades de tipo psíquico, lo que afecta incluso a su capacidad para desarrollar una vida laboral normal.

Y, como denuncia Der Spiegel, la Iglesia ha tratado de reparar el daño infligido a las víctimas con indemnizaciones más bien “miserables”.

De ahí que en su editorial abogue por la constitución de una comisión estatal como la independiente que se creó en su día en Irlanda y que resultó en la dimisión de algunos obispos católicos.

El portavoz de un importante grupo de afectados, Matthias Katsch, instó esta semana al Parlamento alemán a tomarse más interés en el asunto, pero los obispos tienen allí fuerte influencia gracias a los diputados cristianodemócratas y cristianosociales bávaros.

En virtud del concordato firmado en 1933 entre la Alemania nacionalsocialista y el Vaticano, la Iglesia recibe anualmente 6.800 millones por el llamado impuesto eclesiástico, que se encarga de recaudar en su nombre el propio Estado.

La Iglesia católica alemana es el segundo mayor empleador del país: mantiene escuelas, hospitales y medios de comunicación además de tener la propiedad de terrenos y bienes inmuebles. Su patrimonio se calcula en más de 200.000 millones de euros.

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