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Antonio Sempere

Buenafuente, ese crack

Andreu Buenafuente.

Andreu Buenafuente superó la barrera del programa 800 con nota. Late Motiv continúa su carrera imparable ofreciéndonos en cada entrega muestras de lo mejor que puede verse hoy día en el medio. Echo de menos esta temporada a Bob Pop, que se fue a rodar una serie producida por el propio Andreu, pero incluso sin sus preciadas colaboraciones el formato está muy por encima de la media. La 1, sin ir más lejos, no tiene ni de lejos nada que le haga sombra en calidad.

Solamente por ver el monólogo y la entrevista merece la pena dedicar tu tiempo a Late Motiv. Siempre compensa. El Andreu Buenafuente entrevistador ha crecido con el tiempo, hasta convertirse en un conversador imprescindible. En ese sentido, no hay invitado flojo, porque él los mejora. Cuando llega alguno especial, como ocurrió en el caso de José María Pou, sobrevoló la magia. Durante veinte minutos que se hicieron cortos el medio televisivo mereció el tratamiento de usía. El departamento de arte del programa instaló un decorado acorde al invitado, donde no faltó ni la concha del apuntador. Tres días antes Pou se había sentado en el sillón de Atención obras frente a Cayetana Guillén Cuervo, siempre impecable, aunque sometida a una escaleta rigurosa. Las diferencias entre esta conversación y la de Buenafuente fueron evidentes. Andreu, en apariencia, sólo en apariencia, carecía de guion.

Una de las tardes aciagas del pasado verano en las que practiqué la soledad buscada, leyendo las memorias de Buenafuente, que tituló Reír es la única salida, descubrí que me citaba. En uno de esos días que comenzaban de cara, relataba él, se topó con una de mis columnas dando fe del valor de su trabajo. En un efecto recíproco, para mí también fue terapéutico el hallazgo en el libro, como cada jornada que clausuro con él.

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