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Fernando Ull

EL OJO CRÍTICO

Fernando Ull Barbat

A pulso

El Rey emérito Juan Carlos I.

Resulta extraño el interés de algunos miembros de la Familia Real española por acabar con la Monarquía y dar paso a una República. Y digo extraño porque, en teoría, la larga lista de personas que han vivido durante años gracias a pertenecer a esta familia deberían ser los primeros interesados en tratar de que ese status se alargase lo máximo posible, ejerciendo un comportamiento ético y moral intachable. Me refiero a personas de todas las edades sin ningún oficio conocido que en el mejor de los casos consiguen trabajos como asesores en fundaciones de bancos o de asuntos relacionados con el deporte o como comisionistas en compraventas de bienes inmobiliarios.

A pesar de que se trata de una, repito, larga lista de personas que se declaran a la menor ocasión muy patriotas y grandes defensores de la “fiesta nacional” - así es como los aficionados a la tauromaquia llaman a las corridas de toros -, aquellos que logran aprobar el bachillerato en algún centro privado de España o del extranjero, cursan estudios universitarios (o en teoría lo son) en universidades también del extranjero que lejos de ser lo que cualquier español entiende como una universidad son en realidad selectos clubes de hijos de millonarios en las que no tienen que hacer exámenes ni soportar a profesores que se levanten con el pie torcido día sí día también. Aunque cursan estudios como Arte o Ciencias del Mar, con unas salidas laborales en España muy complicadas, al día siguiente de terminarlos encuentran trabajos muy bien remunerados en empresas privadas europeas.

Otra cosa que llama la atención es la escasa presencia de los considerados hasta hace poco miembros de la Familia Real en acontecimientos que ocurren en España. Salvo para ver una corrida de toros no se les suele ver en ningún acto cultural, ni visitando monumentos, ni veraneando en cualquier ciudad española para así fomentar la riqueza cultural de nuestro país. Muy al contrario. Hablan a sus hijos en inglés, se van a esquiar a los Alpes Suizos y pasan la Navidad en Londres o Nueva York, donde, por supuesto, visitan los mejores restaurantes y las tiendas más selectas.

De todo ello se deduce que, en realidad la Familia Real española nunca se ha interesado mucho ni por España ni por los españoles. O, mejor dicho, se han interesado por España para conseguir la financiación y los contactos necesarios para llevar la vida de lujo que han llevado. Y me refiero no sólo a las hijas del rey emérito y sus respectivos hijos e hijas, sino también a las decenas de primos y primas del actual rey Felipe VI de los que no conocemos ninguna profesión concreta. No hay médicos, ni abogados, ni fontaneros, ni profesores, ni ingenieros, ni tampoco ningún filósofo. Solo comisionistas. Los nietos del rey emérito, en el mejor de los casos, son chicos y chicas que parece que siempre están malhumorados, tratan con desdén a la prensa y en el caso de los hijos de Elena de Borbón su única actividad conocida es acudir a fiestas de las que salen fumando y con mirada hosca.

La actitud que las dos hermanas del rey Felipe VI, Elena y Cristina, han tomado desde hace varios años parece encaminada a hacer todo el daño posible a su hermano. Sus meteduras de pata y su ausencia de la más mínima empatía hacia los españoles podrían responder al deseo de hacer pagar al actual Rey el hecho de haberlas apartado del núcleo de la Casa Real y de no haber protegido a su padre de los escándalos derivados de su dinero negro, tratando de conseguir que su hija Leonor no pueda ser reina de España. Ante la sucesión de escándalos el pueblo español terminaría por estallar instaurándose en España una nueva República cumpliéndose así la venganza de las dos hermanas.

Gracias a los Papeles de Panamá supimos que Pilar de Borbón, hermana del rey emérito, tuvo activa una sociedad opaca en Panamá durante 40 años. En concreto desde 1974, año en que Juan Carlos I asumió la Jefatura de Estado por enfermedad del dictador Franco, hasta cinco días después de la proclamación de Felipe VI previa abdicación del rey emérito. Pilar de Borbón nunca aclaró en vida para qué tuvo esta sociedad de la que fue director y tesorero uno de sus hijos, un tal Bruno Alejandro Gómez-Acebo Borbón (¿le llamarían así al pasar lista en el colegio?) que en compañía de un primo consiguió una comisión de un millón y medio de euros por vender la mansión Villa Giralda que Don Juan dejó a su hijo Juan Carlos, tal y como informó en su día El Confidencial, no informando a este último de la comisión ganada. Cría cuervos.

Hace algún tiempo mi padre, Miguel Ull, me contó una anécdota que le sucedió a principio de los 90 siendo el primer director del CENIPE, centro que luego se convirtió en el Hospital Carlos III de Madrid. Un día le informaron que Pilar de Borbón iba a ser ingresada por un problema de salud leve y mi padre, que fue republicano y socialista, salió de su despacho a recibirla. Tras las presentaciones Doña Pilar hizo un aparte con él, al que cogió un poco del brazo, (los borbones son así, campechanos) y le preguntó: pero oiga, todo esto no tendré que pagarlo yo. No se preocupe, contestó mi padre, en España existe la sanidad pública y universal. ¡Menos mal!, respondió aliviada Pilar de Borbón.

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