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McEvoy

Esperando a Godot

Daniel McEvoy

Lady Godiva

La concejala socialista Patricia Maciá.

Se acerca el día 8 de marzo, de hecho, es pasado mañana, y parece obligado hablar del día de la mujer, de la igualdad, del techo de cristal, de la discriminación salarial o de otros tópicos que se manejan, muchas veces con razón y otras, muchas otras también, para alimentar el ara de lo políticamente correcto y desviar la atención de otros temas más importantes, pero que los políticos no quieren incluir en su agenda porque les resultan más incómodos y difíciles de abordar.

De modo que yo quizás les hable de ello más adelante, pero, primero, creo que les va a interesar más una historia que liga de forma curiosa un brandy jerezano con una famosa leyenda anglosajona, cuya protagonista es, por cierto, una mujer. Vayan por delante mis disculpas por recurrir, una vez más, a textos medievales ingleses, pero admitan, como atenuante en mi descargo, que lo llevo en la sangre, además de en mi formación como lingüista y licenciado en Filología Inglesa.

Quizá conozcan ustedes ese brandy al que me refería y cuya marca debo citar, sin ánimo de publicitarlo (nada más lejos de mi intención pues yo sólo bebo brandy cuando lo uso como ingrediente de una buena salsa para la carne- otra cosa es el vino, que me gusta con locura y lo bebo con fruición). Se trata del Brandy Centenario de Terry. Si son lo suficientemente mayores, y si no búsquenlo, por curiosidad, en Google o YouTube, recordarán el anuncio de ese espirituoso brebaje en el que aparecía una bella y rubia amazona sobre un caballo blanco, vestida únicamente con una camiseta y apenas cubierta por su luenga cabellera, mientras un señor trajeado y encorbatado degustaba una copa de coñac.

Hoy en día sería impensable que se emitiera un anuncio de este tipo, pues sería calificado, y con toda la razón, de profundamente sexista. Pero hay que comprender que la producción publicitaria, como la literaria, o la cinematográfica, no se puede reinterpretar a la luz y con los valores de una época distinta. Yo no tengo ninguna experiencia en el mundo de la publicidad, sin embargo, me atrevería a decir que, a los ojos de un publicista actual, este anuncio parecería correcto en un plano formal, pero inadmisible en el fondo. Eso no quiere decir que uno no pueda ver el anuncio, entendiendo el contexto histórico y social de la época en que fue emitido, del mismo modo que se puede ver una película antigua o leer una obra literaria de cualquier tiempo.

De hecho, el publicista que pergeñó el anuncio de Centenario, sin duda era también una persona leída, puesto que se basó, como les había anticipado, en una leyenda medieval anglosajona. Cuenta esa leyenda, o al menos así la transcribió cien años más tarde Florencio de Worcester, en su Crónica, que entre 1066 y 1086 transcurrió en Coventry la vida de Lady Godiva o Lady Godgifu en inglés antiguo. Lady Godiva era la esposa de Leofric, conde de Mercia. Se dice que ambos eran personas piadosas, como demuestra el hecho de que fundaran un monasterio en su ciudad, pero que Leofric era un hombre muy avaricioso y, para satisfacer su ansia de riqueza, esquilmaba al pueblo con unos impuestos tremendamente abusivos.

A Lady Godiva no le parecía nada bien esta actitud de su esposo, el señor conde, por lo que constantemente la recriminaba y lo conminaba a aflojar esa soga que, en la garganta del pueblo (como podemos constatar muy bien los españoles en general, y los ilicitanos en particular) suponen unos impuestos exageradamente elevados. Todos sabemos, sin ánimo de parecer machistas, cuán persuasiva puede ser una mujer cuando insiste en un tema, hasta el punto de que la gota china diaria a la que la señora sometió al marido llevó a éste a claudicar, no sin imponer una condición que le pareció imposible de cumplir. «Bien, querida», le dijo Lord Godiva a su esposa, «concederé esa bajada de impuestos al pueblo el día que pasees desnuda por Coventry sobre un caballo blanco».

Claro que el conde no era consciente de la determinación y el ingenio que una mujer puede desplegar para lograr sus propósitos, porque Lady Godiva, a pesar de su inicial y lógico rechazo a montar desnuda por su ciudad, ideó un plan. Gracias a su gran popularidad, logró que todos los habitantes de Coventry se encerraran en sus casas, con las puertas y las contraventanas cerradas, el día que dispuso su paseo desnuda. Todos, salvo uno, que no resistió la tentación y abrió su ventana, pero fue castigado con la ceguera por su pecado de lujuria.

No sabemos si esta leyenda tiene un fundamento histórico, aunque recientes investigaciones han desvelado que justo en la época que se sitúa el relato, en tiempos del reinado de Eduardo I, se puede constatar que los ciudadanos de Coventry fueron eximidos de cualquier impuesto, tasa o gravamen, salvo los que recaían, curiosamente, sobre los caballos. Quizás fue una venganza del conde contra los equinos, por haber rozado la delicada piel de la entrepierna de la condesa con su grupa.

Como decíamos al principio, el lunes se conmemora el día de la mujer. En España tenemos una ministra de Hacienda, mujer, y en Elche una concejal de Hacienda, que también lo es. No les voy a pedir que cabalguen como Dios las trajo al mundo, pero ya que sus respectivos cargos son ejemplo de la igualdad entre hombres y mujeres que hemos conseguido, sí les voy a pedir algo que fomentaría no solo la igualdad, sino también la recuperación económica. Por favor, bajen ustedes los impuestos. Son abusivos e insostenibles.

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